Los intelectuales y el tiempo
Olavo de Carvalho
O Globo, 28 de junio de 2003
Desde el siglo XVIII, la principal fuerza actuante en las sociedades occidentales es la intelectualidad "progresista" -- reformista o revolucionaria. Sus ideas, sus iniciativas, su influencia preceden y gu�an las acciones de las dem�s clases, de tal modo que no hay en toda naci�n moderna ninguna ley, instituci�n o argumentaci�n de uso com�n que no puedan ser rastreadas hasta sus or�genes obscuros en las discusiones de los peque�os grupos de intelectuales. La propagaci�n de las creencias en c�rculos conc�ntricos es hoy un proceso muy conocido, establecido como t�cnica en la disciplina de la "ingenier�a social". Organismos internacionales como la ONU y la Unesco, cuarteles generales de la intelectualidad activista, organizan cursos especializados para formadores de "movimientos sociales": en cada protesta "espont�nea" de miserables, hambrientos, marginados y abandonados, indios, mendigos, prostitutas, �meninos de rua�, siempre est� presente la mano de alg�n t�cnico al servicio de la administraci�n planetaria. El que un poder mayor utilice a los peque�os y desamparados como armas para destruir los poderes intermedios y concentrar en sus manos todos los medios de actuaci�n es, sin duda, una de las constantes c�clicas de la historia del mundo. La novedad es que hoy el proceso es consciente, organizado, cient�fico -- y, desde su planificaci�n hasta los �ltimos detalles de su ejecuci�n, obra de intelectuales.
Si, a pesar de esa evidencia, la intelectualidad no tiene la menor conciencia de ser la clase dominante, si sus miembros no llegan a sentir el peso de sus responsabilidades de conductores supremos del proceso hist�rico, es en parte porque no les conviene, en parte porque es propio de la naturaleza del poder intelectual actuar a largo plazo, de tal modo que sus depositarios raramente viven lo bastante como para llegar a ver los resultados de sus ideas, cu�nto menos para responder de los mismos.
No hay nada m�s peligroso que un intelectual activista cuando se une a otros en el empe�o de olvidar lo que todos hicieron la v�spera. Cada nuevo proyecto de "un mundo mejor" naci� as� -- y no hace falta decir c�mo acab�.
Una cierta falta de compromiso con la pr�ctica es ciertamente necesaria para la libertad interior, sin la que no hay vida intelectual. Ernest Renan confesaba que no consegu�a pensar sin asegurarse de que las ideas pensadas por �l no iban a tener la menor consecuencia. Pero que nadie crea que eso sea el colmo de la irresponsabilidad. Renan, para poder escribir deliciosamente, s�lo exig�a el derecho a no ser tomado en serio siempre. El colmo no es eso: s� lo es la facilidad con la que tantos intelectuales disfrutan de esa libertad al mismo tiempo que hacen planes para la sociedad futura y se impacientan con un mundo que no les obedece. El noventa por ciento de las opiniones elegantes en circulaci�n no podr�an haber sido producidas sin ese delirio de omnipotencia: la total ausencia de escr�pulos morales unida al completo dominio de los medios para cambiar el mundo.
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La reducci�n del proceso hist�rico a causas econ�micas es considerada en general como una doctrina del "marxismo vulgar" en contraste con el marxismo "aut�ntico", el marxismo "del propio Marx", presuntamente mucho m�s matizado y sutil.
Uno de los argumentos que sustentan esa certeza es que "el propio Marx" reconoci� la existencia de otras fuerzas hist�ricas relevantes, al afirmar que las causas econ�micas s�lo predominan "en �ltima instancia".
Se alega tambi�n que Marx, cierta vez, manifest� su sorpresa ante el hecho de que las obras de S�focles o de Shakespeare conservasen su fuerza dram�tica mucho tiempo despu�s de haberse diluido los conflictos socioecon�micos en cuyo contexto hab�an sido producidas.
Pero, respecto a la primera aseveraci�n, el hecho es que en la propia obra de Marx la explicaci�n por las causas econ�micas domina de manera avasalladora y que no se encuentra ni un �nico ejemplo de acontecimiento hist�rico atribuido a "otras fuerzas". El reconocimiento de la existencia de �stas sigue siendo una hip�tesis abstracta, gen�rica y sin funci�n en la m�quina explicativa del marxismo.
Respecto a la sorpresa ante la permanencia de los cl�sicos, �qu� revela sino la expectativa subyacente de que las cosas no deber�an ser as�, de que todas las creaciones del esp�ritu se tendr�an que desvanecer junto con las condiciones econ�micas que presuntamente las hab�an motivado?
No existe un "marxismo intelectualmente noble" en contraste con el "marxismo vulgar". Todo marxismo es vulgar.
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Cuando el Sr. Jos� Rainha promete montar un campamento guerrero como el de Canudos, hay quien dice que es una pretensi�n megal�mana. Yo, por el contrario, creo que es falsa modestia. Canudos no ten�an subvenciones multimillonarias del gobierno brasile�o ni de la Comunidad Europea, no ten�a el respaldo de los medios de comunicaci�n internacionales, no ten�a el apoyo de una organizaci�n continental como el Foro de S�o Paulo, no ten�a trescientos mil militantes entrenados, esparcidos por todo el territorio nacional, no ten�a un servicio secreto particular infiltrado en todos los niveles de la administraci�n p�blica, no ten�a propiedades inmobiliarias estrat�gicamente distribuidas a lo largo de las carreteras, en una red de trampas preparadas para paralizar, en un instante, la circulaci�n nacional de veh�culos y de mercanc�as. Sus �nicos aliados pol�ticos virtuales -- los mon�rquicos -- estaban en el exilio, sin tener c�mo ayudar en algo al socio desconocido, perdido en medio del p�ramo.
Calculen la diferencia, y ver�n hasta qu� punto las palabras del Sr. Jos� Rainha fueron comedidas y tranquilizadoras. Pero ni esa moderaci�n le evit� el llevarse una bronca por irse de la lengua, colocando en peligro de abortar, por su divulgaci�n prematura, un plan admirable y, en el fondo, facil�simo de realizar.