Independencia
Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 5 de junio de 2003
Un intelectual independiente es, por definici�n, el que habla por s� mismo, sin arrogarse ninguna otra autoridad que no sea la inherente a la inteligencia, al conocimiento y a la fuerza de la personalidad. Pero, en este pa�s, por m�s que un escritor se esfuerce por mantenerse al margen de los partidos y de los grupos pol�ticos, sus opiniones siempre son interpretadas como propaganda de alguno de ellos. Basta, para eso, que desagrade a los dem�s. Ciertos lectores van todav�a un poco m�s lejos: catalogan al infeliz como cerebro de alquiler al servicio de tales o cuales �intereses�. Y a la palabra �intereses� le sigue casi invariablemente el adjetivo �inconfesables�, dando as� a entender que el que habla est� en posesi�n de secretos important�simos.
Tan natural, espont�nea y generalizada es esa reacci�n, que nadie advierte cu�ntas cosas manifiesta, no s�lo sobre el individuo del que se habla, sino sobre el medio social que de ese modo lo juzga. Y es que en ese medio no existe otro tipo de pensamiento que el colectivo e instrumental. La expectativa general es, por tanto, que nadie hable por s� mismo, sino que todos lo hagan �en nombre de� alguna entidad o grupo de intereses. Las diferencias de opini�n expresan conflictos de ambiciones, de intenciones, no diversas aprehensiones del mundo real.
El pensador solitario, que en el fondo s�lo lucha contra su propia ignorancia, resulta tan extra�o e incomprensible en ese ambiente, que es negada hasta su misma existencia y, para cualquier finalidad de una conversaci�n �culta�, es substituido por su equivalente m�s pr�ximo en el orden volitivo: el tribuno de alguna causa o inter�s que, al no ser los del oyente, s�lo pueden ser algo muy p�rfido y tenebroso.
Inversa y complementariamente, el que se limita a repetir el discurso del grupo al que pertenece el oyente es alabado como un pensador libre e independiente, por el hecho mismo de no ser nada de eso. Las palabras �libertad� e �independencia�, ah�, no significan lo que significan. Entran en la conversaci�n como expresiones gen�ricas de alabanza convencional, al modo de �notable� o de �espl�ndido�. Destruido el sentido de la libertad y de la independencia, �stas pueden recubrirse, entonces, con una segunda capa de un falso significado, pasando a designar el �ntimo bienestar que un grupo de personas experimenta cuando sus creencias no son contrariadas sino m�s bien reforzadas por la autoridad aparente del pensador, evidentemente espl�ndido y notable, que les dirige la palabra. �Libertad�, en ese segundo sentido, significa ausencia de retos, de contestaciones, de impugnaciones -- de coacciones intelectuales, en definitiva, tan habitualmente consideradas (porca miseria!) como imposiciones autoritarias inaceptables. De ese modo, cuanto m�s servil es un escritor a la unanimidad grupal o partidista, m�s celebrado ser� como valiente outsider y ap�stol de la libertad, mientras que al autor verdaderamente independiente se le atribuir� toda una variada gama de sujeciones y de vinculaciones imaginarias.
Lo m�s deprimente en todo esto es que el escritor que, de ese modo, es doblemente aislado -- aislado por su propia independencia y por la incomprensi�n ambiental -- no siempre soporta esos rejones. Hombres de valor como Otto Maria Carpeaux y Jos� Guilherme Merquior acabaron implic�ndose con grupos pol�ticos, no por vil inter�s, claro est�, sino buscando un respaldo social para poder defenderse mejor de los ataques injustos que padec�an, uno de la derecha, otro de la izquierda.
En el fondo, doy gracias a Dios de que los politicones �de derecha� me eviten por temor de parecer que se solidarizan con las denuncias horribles que hago contra el actual establishment izquierdista, del cual siempre esperan obtener alguna limosnilla. Si yo les gustase, podr�a ser tentado a esperar de ellos alg�n tipo de apoyo. Y, si yo obtuviese alguna ventaja, incluso modesta, proveniente de ellos, me habr�a transformado en un tipo vagamente parecido al retrato que de m� quieren hacer los fan�ticos y cretinos de todo g�nero: comunistas, petistas, derechistas laroucheanos, nacionalisteros, antisemitas, etc. Por p�lida que fuese esa semejanza, me har�a da�o.
Antes mal interpretado que mal acompa�ado.
Hasta la m�s dura soledad intelectual es reconfortante cuando se puede vivir en ella como el Espinosa del soneto de Machado, que �encuentra en la independencia su salario�, o, mejor a�n, cuando se pueden repetir con plena sinceridad los versos del otro Machado, el gran Don Antonio:
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
El pan que me alimenta y el lecho donde yago.