Explic�ndolo otra vez

Olavo de Carvalho

O Globo, 31 de mayo de 2003

 

 

Mi art�culo anterior alertaba acerca del hecho de que las ambiciones imperialistas sobre la Amazonia y sobre todo Brasil no provienen tanto del lado americano, como de ese mismo conjunto de poderes que dio apoyo al lobby pro-Sadam en los medios de comunicaci�n internacionales durante la guerra de Irak. Aglutinados en los grandes organismos burocr�ticos � ONU, CE, Unesco, FMI � y actuando tambi�n por medio de una red de ONGs millonarias, esos poderes tienen las pretensiones arrogantes de un virtual gobierno del mundo, creando de la noche a la ma�ana unos cambios pol�ticos y sociales ficticios que los pueblos a duras penas llegan a entender, tomando porciones cada vez mayores de los territorios de las naciones con la excusa de proteger la ecolog�a o las poblaciones minoritarias, y declarando abiertamente querer destruir todas las soberan�as nacionales para substituirlas por el llamado �transnacionalismo progresista�.

 

Sus fuentes ideol�gicas son muchas � desde el socialismo fabiano al radicalismo isl�mico, desde el nazi-fascismo al neocomunismo y a los romanticismos tradicionalistas � y puede parecer sorprendente que ideas tan heterog�neas puedan servir a un objetivo unificado. Pero en la conquista del poder mundial, los pretextos ideol�gicos son meros instrumentos, mientras que la meta final lo es todo, lo que convierte la diversidad de los discursos en una ventaja y no en un problema. Adem�s, ochenta a�os de experiencia de propaganda sovi�tica han ense�ado que el ataque multilateral con una variedad de pretextos contradictorios aumenta la credibilidad del conjunto, aventajando en eficacia psicol�gica al discurso coherente.

 

La ambici�n avasalladora de ese neoglobalismo, que se presenta como una ruptura completa con las bases de la civilizaci�n occidental � hasta el punto de que el cristianismo es excluido formalmente de la lista de valores fundantes de la nueva CE � tiene a su servicio recursos pr�cticamente ilimitados. Dentro del mism�simo establishment americano tiene sus servidores fieles. Gracias a ellos, los EUA se han dedicado, durante casi una d�cada, a recortar los presupuestos militares y a desmantelar sus servicios de seguridad, volvi�ndose vulnerables a los ataques terroristas, mientras China, con la ayuda del proprio gobierno Clinton, ascend�a a la condici�n de potencia nuclear capaz de amenazar la seguridad nacional americana, objetivo considerado tambi�n prioritario, hoy, respecto a las fuerzas armadas de la CE.

 

Por mucho tiempo el pueblo americano, enga�ado para confundir su inter�s nacional con los del globalismo, dej� que los organismos internacionales y las ONGs a su servicio hiciesen mangas y capirotes en su pa�s, como estamos dejando que lo hagan en el nuestro. En consecuencia, ONGs vinculadas a la ONU y a la CE ya les han quitado a los americanos m�s del diez por ciento de su territorio, ya han impuesto en los colegios de los EUA normas de ense�anza encaminadas a la destrucci�n expl�cita de la identidad nacional y de los valores de la civilizaci�n judeocristiana y ya han ganado para la causa antiamericana a los sectores m�s activos de la industria cultural � hoy meras estaciones repetidoras de la propaganda �transnacional progresista� � adem�s de subvencionar generosamente a organizaciones terroristas.

 

La elecci�n de George W. Bush, la aprobaci�n masiva de la guerra de Irak y la creciente hostilidad hacia las potencias europeas han mostrado que, finalmente, la oposici�n irreductible entre los intereses de Am�rica y los del neoglobalismo ha llegado a la conciencia popular. El cambio radical de la pol�tica exterior de EUA ha sacudido los cimientos de la burocracia mundial, provocando una explosi�n de histeria antiamericana, en la que, para colmo de cinismo, los propios se�ores de la administraci�n globalizada se presentaban como bondadosos defensores de una naci�n independiente amenazada por la �sa�a imperialista� de George W. Bush. En verdad, el poder�o econ�mico y militar de EUA, la firmeza obstinada de Israel y la conciencia hist�rica de los pueblos del Este de Europa librados del comunismo, son las �nicas esperanzas de que la �post-democracia� de los bur�cratas internacionales no prevalecer�.

 

En Brasil, el avance del neoglobalismo se produce por varias v�as simult�neas: por la ocupaci�n de la Amazonia a trav�s de ONGs ecol�gicas e indigenistas, por el apoyo europeo a la revoluci�n agraria del Movimiento de los Sin-Tierra (MST), por la imposici�n de modelos �pol�ticamente correctos� de educaci�n que reducen a nuestra juventud a la perfecta imbecilidad, por el apoyo no siempre disimulado a las Farc y, sobre todo, por la desorientadora campa�a antiamericana que echa a EUA las culpas de sus enemigos, llegando al absurdo de presentar como instrumentos de los intereses americanos a las propias agencias de la burocracia internacional.

 

Todo eso es emp�ricamente demostrable por montones de hechos y de documentos que pueden no ser conocidos por la elite brasile�a � siempre atrasada e inculta � pero que se encuentran reunidos en libros y en tesis acad�micas de f�cil acceso. He analizado el asunto en clases y en conferencias, desde hace a�os, pero no puedo, en el espacio de esta columna, exponer el tema en toda su complejidad ni dar una lista razonable de las fuentes. A t�tulo de peque�a muestra, sugiero por ahora la lectura del estudio de John Ponte, del Foreign Policy Research Institute, �The new ideological war in the west�, en http://www.fpri.org/ww/0306.200205.fonte.ideologicalwarwithinthewest.html.

 

Cualquier patriota sincero puede quedarse at�nito ante la novedad de esas informaciones, pero por eso mismo tiene la obligaci�n de procurar saber m�s. En vez de eso, unos cuantos militares de la llamada �ala nacionalista� han reaccionado a mi art�culo con insultos y acusaciones calumniosas de una bajeza indescriptible, escritas en lenguaje de prost�bulo (que, a disgusto pero en concepto de prueba, he reproducido en mi site www.olavodecarvalho.org). Han probado, con eso, dos cosas. Primera, que no son nacionalistas, mucho menos patriotas, sino s�lo antiamericanos. Entregar�an Brasil a Satan�s, si estuviesen seguros de que eso perjudicar�a a EUA. Segunda: que mucho de nuestro presunto nacionalismo m�s reciente, combatiendo al enemigo imaginario y sirviendo al enemigo real, es un tipo de alienaci�n psic�tica que, al ser desenmascarada, se vuelve violenta.