Tejados transparentes

Olavo de Carvalho

Folha de S. Paulo, 28 de abril de 2003

 

 

Cuando alg�n pol�tico de derechas o simplemente sin convicciones ideol�gicas es acusado de desv�o de fondos y su partido intenta evitar las investigaciones, los medios de comunicaci�n en bloque denuncian el juego sucio y, con expresiones de alta indignaci�n moral, reclaman "transparencia". Pero el Sr. presidente de la Rep�blica no ha sido acusado de vulgar corrupci�n. Ha sido acusado de recibir, cuando era candidato, ayuda financiera de la mayor organizaci�n criminal del continente, responsable del suministro masivo de coca�na al mercado nacional.

 

Para impedir las investigaciones, no ha recurrido a ning�n ardid parlamentario, sino a la intimidaci�n directa, anunciando que va a procesar al denunciante, el diputado Alberto Fraga (PMDB-DF), por el crimen de ejercer una de las prerrogativas b�sicas de su mandato parlamentario. Al mismo tiempo - seg�n leo en la columna de Elio Gaspari -, agentes del gobierno se est�n moviendo para evitar que Boris Casoy, el �nico entrevistador de la TV paulista que tuvo la osad�a de preguntar algo a Lula sobre las Farc en la campa�a electoral, vuelva a contristar el alma sensible del Sr. presidente.

 

Peor a�n, al movilizar la �Abogac�a General de la Uni�n� contra Alberto Fraga para que lo procese, el Sr. presidente de la Rep�blica utiliza un �rgano p�blico como si fuese el bufete de sus abogados particulares. La ofensa del diputado - si es que hay ofensa en pedir una Comisi�n Parlamentaria de Investigaci�n (CPI) - no ha sido hecha a la Presidencia, sino al Sr. Luiz In�cio y a su partido, que son los �nicos involucrados en el litigio y a los que corresponde la obligaci�n de devolver, de su bolsillo, el costo de cada minuto de trabajo gastado por los abogados de la Uni�n en una causa de inter�s privado.

 

Y nadie en los medios de comunicaci�n parece escandalizarse por esas cosas, ni exige la comprobaci�n de las denuncias, ni censura al Sr. presidente por la privatizaci�n de la Abogac�a General. La clase period�stica parece empe�ada en ocultar tanto la denuncia como su represi�n; de la primera s�lo hemos dado noticia yo y la prensa de Brasilia, de la segunda s�lo media docena de peri�dicos en discret�simas notas relegadas a los rincones de las p�ginas, sin ninguna menci�n a la irregularidad del procedimiento presidencial. Mientras tanto, en el Parlamento y en la TV, resuena un tumulto de mil diablos acerca de los delitos incomparablemente menos graves atribuidos a Ant�nio Carlos Magalh�es.

 

Ya empiezan a circular por internet mensajes peyorativos contra el diputado Fraga, en un esfuerzo de character assassination, proveniente de no se sabe d�nde, pero destinado a minar el inter�s del p�blico por las pruebas y documentos que el diputado promete presentar en la CPI, para cuya instauraci�n cuenta ya, seg�n dice, con 127 firmas de parlamentarios, falt�ndole s�lo 45.

 

No conozco a Alberto Fraga, no s� nada sobre sus virtudes y defectos, pero s� que, en tiempos de Fernando Collor, nadie aleg� las malas cualidades morales de su hermano Pedro como excusa para no escuchar su testimonio. S� que contra los "enanos del presupuesto" a nadie se le cayeron los anillos por convocar como testigo principal a un conocido estafador y asesino. �Qu� me importa, pues, si el denunciante es bueno o malo? Todo lo que espero es que las pruebas que dice tener sobre lo que parece ser el mayor delito electoral de todos los tiempos sean reveladas. Pero no me extra�a que los primeros que intentan ocultarlas sean precisamente los ap�stoles de la "transparencia": los tejados de cristal, por definici�n, son transparentes.

 

El Sr. presidente de la Rep�blica fue fundador y, durante diez a�os, l�der m�ximo del Foro de S�o Paulo, coordinaci�n del movimiento comunista en el continente, en la que los partidos legales de izquierda se articulan en una estrategia com�n con organizaciones terroristas y criminales como las Farc y el MIR chileno - este �ltimo el mayor accionista de la industria brasile�a de secuestros. S�lo eso bastar�a ya para hacer de �l un tipo sospechoso, cuya actuaci�n en tan turbias compa��as deber�a ser meticulosamente investigada.

 

Sin embargo, en las elecciones de 2002, la expresi�n "Foro de S�o Paulo" fue totalmente suprimida de los medios de comunicaci�n y de los debates. Nunca, en 37 a�os de periodismo, he visto un esfuerzo de ocultaci�n tan general, tan c�nico, tan obstinado. Y es que no pod�a ser de otra manera: de los contrincantes del Sr. Luiz In�cio, dos eran socios suyos en el Foro de S�o Paulo y el tercero, que lo sab�a todo, no desear�a por nada de este mundo perturbar con conversaciones desagradables una elecci�n planificada para ser una fiesta �ntima de los partidos de izquierda.

 

En aquella �poca, escrib� bastante contra todo eso, pero rechazaba categ�ricamente cualquier hip�tesis de inter�s financiero en las conexiones entre Lula y la narcoguerrilla colombiana. Ahora, frente a las nuevas denuncias, el silencio de los medios de comunicaci�n, de los pol�ticos y de los l�deres empresariales deja de ser s�lo inmoral, para convertirse en algo francamente criminal.

 

Cuando toda la elite parlante de un pa�s se vuelve tan servil a la falsa moral izquierdista, est� lista para admitir que, en el fondo, no hay nada malo en que un candidato presidencial reciba dinero del narcotr�fico, siempre que se trate del narcotr�fico "de izquierda". Y, entonces, igualar a Brasil con Colombia ser� un exceso de optimismo: en Colombia, las Farc son odiadas por el 98% de la poblaci�n. Aqu�, no hay amabilidad que sea suficiente para complacerlas. El presidente de la Rep�blica se niega a llamarlas lo que son; tres comandantes de la organizaci�n est�n refugiados en el territorio nacional mientras el ministro de Defensa alega que no tiene nada contra ellas; y los t�cnicos en guerrilla que las Farc env�an para perfeccionar la violencia carioca son llamados �disidentes� por los medios de comunicaci�n - sin la menor prueba de que lo sean -, para no manchar la reputaci�n de la distinguida entidad asesina.