J.P. Lanyi, difamador electr�nico
Olavo de Carvalho
M�dia sem m�scara, 18 de abril de 2003
Jos� Paulo Lanyi, columnista de Comunique-se, se ha armado de todo el valor de que dispon�a y ha hecho unas cr�ticas muy suaves al director de Brasil de fato, Jos� Arbex Jr. Inmediatamente despu�s, ante las protestas del elemento indicado, se ha apresurado a dar marcha atr�s como un conejillo asustado, pidi�ndole serviles disculpas y jurando que �no le estaba comparando con Olavo de Carvalho, cuyos m�todos pseudo-period�sticos son notorios�.
�Arbex - prosigue �l -- es de reconocida seriedad. El problema, le contest�, en otras palabras, es que, como toda persona comprometida, tiende a interpretar los hechos en sinton�a con la coherencia de su ideario. Algo que es comprensible.�
Bien, Asinum asinus fricat, pero no era necesario pasarse.
Arbex, en una carta a Lanyi, que el columnista reproduce en su art�culo, se ufana de que �nunca me han criticado por inventar hechos o por hacer acusaciones sin citar las fuentes�. En contraposici�n, el dichoso Olavo �es un presunto �fil�sofo� que no tiene obligaci�n de demostrar sus delirios�.
Bien, veamos de qu� se trata.
Esa leyenda de que no cito fuentes es una de las m�s constantes del periodismo difamatorio brasile�o. No las cito en un art�culo cuando ya las he citado en otro, o en M�dia sem m�scara, y, en el espacio limitado de que dispongo en los grandes medios de comunicaci�n (en contraste con la infinidad de peri�dicos enteros a disposici�n de los Arbex), no quiero repetirme. Al que lee un art�culo suelto y quiere juzgarme por �l, eso puede parecerle una prueba de inconsistencia. Pero �puede haber mayor inconsistencia que la de juzgar por un s�lo art�culo a un escritor que produce tres o cuatro por semana, que publica libros, que da cursos y conferencias por todas partes y que adem�s mantiene dos sites en internet?
Incluso cuando no ve citada ninguna fuente, el lector honesto no supone, s�lo por ese motivo, que haya deshonestidad por parte del periodista, sino que le pide la informaci�n complementaria (mi e-mail aparece al final de mis art�culos precisamente para eso) o va a buscar una confirmaci�n por su propia cuenta. Mayor motivo habr� para proceder as� cuando lo escrito no es obra de un reportero, sino de un articulista, cuya funci�n no es la de dar noticias sino la de comentarlas, usando su derecho de suponer que son conocidas por el p�blico presuntamente culto al que se dirige.
Muchos se quejan de la falta de fuentes s�lo porque son culpables de ignorancia injustificable, porque desconocen lo que tendr�an la obligaci�n de conocer, o porque se hacen los ignorantes para poder enga�ar mejor al p�blico por medio del argumentum ad ignorantiam, que, del desconocimiento de una cosa, deduce la inexistencia de la misma.
Las �fuentes�, adem�s, no dan legitimidad a ninguna afirmaci�n. Lo �nico que hacen es trasladar la responsabilidad del periodista a alguien que dijo lo que �l quer�a o�r. Cuando un Arbex se ufana de no acusar sin fuentes, s�lo quiere decir que no miente sin descargar el peso de la prueba sobre las espaldas de alguien que ha mentido antes. Quien habla en serio, queriendo probar lo que dice, no apoya sus acusaciones en �fuentes�, sino que va directamente a los documentos originales, como hice en el caso del acuerdo de solidaridad PT-Farc, cuya existencia, sin embargo, todos los Arbex y los Lanyi del pa�s negaban y siguen negando a pesar de ello.
Cuando, al no disponer de los documentos, tengo que confiar en una �fuente�, como en el episodio de las denuncias del diputado Alberto Fraga sobre la financiaci�n por el narcotr�fico de la campa�a electoral del PT, no subscribo la veracidad de la acusaci�n y me limito a exigir que sea investigada � mientras que los Arbex de todos los matices y tama�os ponen todo su empe�o en suprimir la noticia y en bloquear la investigaci�n.
Cuando, por el contrario, cito la fuente sin ese reparo, quiere decir que la subscribo, asumiendo la responsabilidad de lo que dice, sea porque dicha fuente, a su vez se basa en documentos originales, sea porque su argumentaci�n me ha parecido lo suficientemente consistente como para que yo la incorpore a mi raciocinio sin grandes alteraciones.
Compru�benlo caso por caso y lo ver�n: las citas y remisiones, en mis art�culos, obedecen a un criterio de legitimaci�n estrictamente cient�fico, muy por encima de las meras exigencias period�sticas de un Arbex o de un Lanyi.
Una vez explicado el asunto de las �fuentes�, se hace todav�a m�s interesante la otra alegaci�n de Arbex, de que nunca ha sido criticado por inventar hechos.
Es posible que no le hayan criticado. En los medios period�sticos, est� rodeado de �amigos queridos� -- uno de ellos se deshace en sentimentalismos en sus comentarios al art�culo de Lanyi -- que jam�s desear�an hacerle da�o. Pero no ser acusado de delito es una cosa. No haberlo cometido es otra muy distinta.
Arbex, de hecho, inventa, y no es nada comedido en el uso de la imaginaci�n fant�stica.
Voy a citar s�lo dos ejemplos.
Arbex es aquel individuo que dec�a ser testigo ocular de la �masacre de Jenin�, un crimen de genocidio que las investigaciones de la ONU demostraron que jam�s hab�a sucedido y que no hab�a habido en el episodio m�s que v�ctimas combatientes de ambos lados.
Es tambi�n aquel que, en la revista Caros Amigos, revel� la existencia de la �bomba �tnica�, milagroso aparato explosivo que, lanzado sobre una multitud, seleccionaba a sus v�ctimas gen�ticamente, excluyendo a los jud�os y matando s�lo a los gentiles.
�Hace falta m�s? Este tipo no lleg� a ser ministro de Informaci�n de Irak s�lo porque Mohammed al-Sahaf lleg� primero.
Es un mentiroso profesional o un mit�mano psic�pata � y todo aquel que sea comparado con �l tiene derecho a considerarse v�ctima de difamaci�n.
��Eres un Arbex!�, para m�, est� entre los insultos m�s contundentes que un profesional de la prensa puede recibir.
Sin embargo, seg�n Lanyi, quien es serio y respetable es Arbex, mientras que yo soy un �notorio� practicante de �m�todos pseudo-period�sticos�. No explica qu� m�todos son �sos, ni qu� es lo que tienen de malo. Mucho menos cita alg�n ejemplo de su aplicaci�n en mis escritos o impugna como falsa ni una sola afirmaci�n factual que yo haya hecho en mis columnas o fuera de ellas.
Ni lo hace ni podr�a hacerlo, porque sabe que inmediatamente yo har�a a�icos sus pretensiones mediante la exhibici�n de fuentes, documentos y testimonios suficientes para callar la boca a mil Arbex y dos mil Lanyi (digo mil y dos mil porque, si bien es cierto que �un sot a toujour un plus sot qui l�admire�, un mentiroso vale al menos por dos ejemplares de su respectivo pelota).
La total abstinencia de fundamentaci�n, acompa�ada por el uso del adjetivo �notorio�, es el t�pico expediente que utilizan los difamadores y los intrigantes para manchar la reputaci�n de una v�ctima contra la que no saben nada ni tienen nada que alegar.
Para suplir la falta de indicios que den respaldo a la acusaci�n, hacen como si esta �ltima fuese de dominio p�blico, de modo que el lector, para no admitir que ignora lo que todo el mundo sabe, o para evitarse el trabajo de despejar las dudas personalmente, acepte como premisa provisional algo que desconoce por completo. Ese recurso es mucho m�s perverso porque las conclusiones a las que conduce, si son aceptadas por el lector, dan una apariencia de confirmaci�n retroactiva de la premisa impl�cita. Entonces, lo provisional se vuelve definitivo, y ya no hay quien arranque esa certeza de la cabeza del sujeto. Cuanto m�s vaga sea la acusaci�n, y cuanto m�s indefinidas las razones presupuestas, tanto m�s f�cilmente la mentira insubstancial colar� como verdad comprobada y cierta.
Si se repite ese procedimiento un cierto n�mero de veces, la acusaci�n que no ha llegado a ser discutida, y cuyo contenido permanece tan incierto que nadie sabe ni siquiera expresarlo con palabras, se convierte en un dogma inconcuso, en una evidencia universalmente reconocida como la esfericidad de la Tierra o la navegabilidad de las aguas:
-- �Olavo de Carvalho? Notorio pseudo-periodista.
-- �Qu� ha hecho de malo?
-- No lo s�, pero es notorio.
-- Ponme un ejemplo, por lo menos.
-- No interesa: es notorio, y punto final.
Cuando el Dr. Goebbels se refer�a a la mentira repetida que se convert�a en verdad, ciertamente se refer�a menos al embuste patente que a la mentira impl�cita, incomparablemente m�s eficiente y devastadora. No es que Lanyi haya, necesariamente, tramado una as� contra m� a prop�sito. Para eso har�a falta mucha m�s inteligencia de la que tiene. Todo lo contrario: el modus ratiocinandi de la clase period�stica brasile�a hoy en d�a est� tan viciado, es tan perverso, que muchos miembros de la misma, principalmente los m�s j�venes, mienten con naturalidad, espont�neamente, sin ninguna intenci�n consciente de falsear o de enga�ar.
Se han convertido en farsantes cr�nicos, compulsivos, irrefrenables y totalmente inconscientes. Deformados por una educaci�n monstruosamente err�nea, ya no saben, ni quieren ni pueden distinguir entre verdad y falsedad. Se han vuelto inmunes a esa diferencia, la desprecian, se sienten superiores a ella y, no obstante, saben usar los adjetivos �falso� y �verdadero� (o cualquiera de sus equivalentes), vaciados de cualquier contenido identificable, como instrumentos de ataque y de defensa.
Ese Lanyi, cuando me acusa de usar �m�todos pseudo-period�sticos�, no tiene en su mente la menor representaci�n concreta de lo que dice, no piensa en ning�n ejemplo de falsedad period�stica que podr�a imputarme con un fundamento razonable. Y, cuando escribe que un Arbex es �de reconocida seriedad�, ni se le ocurre preguntarse c�mo pueden seguir respet�ndole despu�s de esos dos embustes criminosos, que en cualquier pa�s civilizado excluir�an autom�ticamente a su autor de la profesi�n period�stica seria. Lanyi intenta minimizar la gravedad de las bellaquer�as de su venerado Arbex con una total insensibilidad, con una crasa indiferencia a los contrastes m�s estridentes, explic�ndolas como peque�os deslices �comprensibles�, como frutos incluso meritorios de la �coherencia� con no s� que bellos ideales, al mismo tiempo que, sin tener nada concreto que decir contra m�, me estampa en la frente el ep�teto infamante: �Pseudo-periodista.�
�Pseudo-periodista? �Yo? Bien, de Jos� Paulo Lanyi no puedo decir ni eso. Quien es pseudo-periodista, excluyendo la hip�tesis de algo mucho peor, es Arbex, al que tanto admira. �Y Lanyi qu� es? Cuando escribe, su mente est� vac�a de hechos y llena de adjetivos. Le basta aplicar uno a Arbex, otro a m�, y listo. En eso consiste su periodismo. �Qui�n es ese mico intern�tico, ese simio electr�nico para juzgar el trabajo period�stico de quien quiera que sea? Es un aspirante a pseudo-periodista, un difamadorucho insignificante que sue�a con ser Arbex cuando sea mayor.
Pero no piensen que me ha ofendido verdaderamente. Me habr�a ofendido si me hubiese elogiado. Eso me habr�a colocado al lado de Arbex en el pante�n de sus devociones, y yo no podr�a soportar callado semejante humillaci�n.