Instancia

Olavo de Carvalho

Folha de S�o Paulo, 3 de marzo de 2003

 

 

Exmo. Sr. Luiz In�cio da Silva:

 

Hace pocos d�as, recib� de un admirador suyo la propuesta de una soluci�n final para el problema Olavo de Carvalho. �Tal vez una sesi�n de tortura�, insinuaba gentilmente el remitente, pasando acto seguido a la descripci�n t�cnica del procedimiento, con detalles de orden fisiol�gico que no debo reproducir delante de las se�oras aqu� presentes.

 

Si la curiosidad de V. Ex�. es grande, puedo enviar un forward al Palacio del Planalto, o si no tal vez quiera V. Ex�. pedir informaciones complementarias directamente al que subscribe, [email protected], direcci�n que supongo que por desgracia debe ser falsa. Sea lo que sea, el hecho es que recibo docenas y docenas de cosas de �sas, firmadas por militantes o simpatizantes petistas.

 

Otros no se contentan con envi�rmelas a m�: las publican en internet. En el site CMI encontr� �sta: �Mate a Olavo de Carvalho. Ud. estar� contribuyendo as� a hacer una humanidad m�s feliz�. V. Ex� tiene que admitir que esa soluci�n es mucho m�s definitiva que la anterior.

 

Pero, en general, los remitentes, celosos, no se limitan a los insultos, amenazas de muerte y promesas de torturas indescriptibles. Difunden embustes escabrosos sobre m�, especialmente el de que soy un agente a sueldo de tales o cuales grupos financieros, servicios secretos o movimientos pol�ticos internacionales. Para darles un aire de credibilidad, falsifican mensajes en mi nombre con un repugnante contenido racista y fascista y los env�an a sites de debate, donde funcionan como pruebas fehacientes de mi maldad e incitan a las masas a acabar con tan abominable criatura.

 

No hace a�n tres meses que V. Ex�. encarg� al Sr. Andr� Singer que investigase y castigase a quien difundiese cosas malas sobre V. Ex�., lo cual muestra que se preocupa con ellas. Semejante oleada de maledicencias dirigida contra el ciudadano de a pie, sin un partido u organizaci�n que le proteja, sin recursos financieros para defenderse de tantos ataques simult�neos, es incomparablemente m�s devastadora. Y los mensajes contra m� son mucho m�s feroces que los chistecitos que despertaron los instintos justicieros del Sr. Singer.

 

Lo mejor de todo, sin embargo, es el aspecto moral. Nada pone m�s en evidencia la �ndole de una facci�n pol�tica que la conducta colectiva de sus adeptos. El hecho de que tantos de ellos se presten a tomar parte en ese bombardeo de infamias es la mejor ilustraci�n de la mentalidad socialista o izquierdista que, cuanto m�s se hunde en la iniquidad, m�s se enaltece y se canoniza, proclamando servir a la humanidad y hasta a Dios. Las cosas son as� desde que Lenin decret� que el fin justifica los medios, omitiendo aclarar que los medios son la causa eficiente del fin y que, por tanto, lo determinan.

 

V. Ex�. querr� tal vez minimizar el asunto, alegando que la hostilidad insana proviene del exceso de celo de unos tipejos an�nimos, cuya conducta no refleja en nada el esp�ritu de los altos c�rculos de la izquierda de este pa�s.

 

Pero, V. Ex�., eso no es as�. El est�mulo, la incitaci�n e incluso el contenido esencial del mont�n de difamaciones lanzadas contra m� no provienen de ning�n anarquista de los bajos fondos, sino de insignes representantes de la pol�tica y del pensamiento petistas, incluidos dos colaboradores ministeriales de V. Ex�. Miles de unos don nadie no se atrever�an a salir escupiendo en un escritor que a duras penas conocen, si no tuviesen para respaldarles el precedente abierto por las celebridades.

 

Las premisas de las que esos mensajes truculentos son la conclusi�n inevitable fueron lanzadas a los medios de comunicaci�n por los Srs. Jos� Dirceu, Luiz Eduardo Soares, Emir Sader, Carlos Nelson Coutinho y Leandro Konder, entre otros. Fueron ellos quienes, incapaces de refutar racionalmente mis opiniones, inauguraron el recurso general a la difamaci�n grosera, poniendo en circulaci�n la leyenda de que �represento� a tales o cuales organizaciones o grupos que, a decir verdad, ignoro o desprecio. �Va a decir V. Ex�. que Soares y Dirceu, Sader, Coutinho y Konder son unos don nadie?

 

Pues fueron ellos los que, con sus palabras livianas, legitimaron el cambio de mi rostro aut�ntico por un estereotipo asqueroso, dando rienda suelta al aluvi�n de odio irracional que desde entonces no deja de atascar mi ordenador y de hacer de mi existencia un infierno. Todo lo que han dicho sobre m� est� documentado, al alcance del p�blico, en mi libro El Imb�cil Colectivo y en mi site www.olavodecarvalho.org.

 

Partiendo de las premisas que ellos lanzaron, la chusma partidaria es llevada inevitablemente a ver en m� no un hombre de carne y hueso con quien se debe discutir, sino una fuerza pol�tica impersonal, terrible y maquiav�lica, que debe ser destruida a cualquier precio y contra la que vale todo. Y los mensajes de arriba no s�lo han proporcionado a los de abajo el contenido de las mentiras, sino el ejemplo legitimador de un estilo de lucha que, si es aceptado por los m�s c�lebres, debe ser bueno tambi�n para los peque�os y an�nimos.

 

Como yo no tengo un cargo p�blico del que pueda ser destituido ni un mandato del que pueda ser sometido a impeachment, �qu� pretende destruir esa campa�a sino las garant�as para el desempe�o de mis tareas de periodista y de escritor e incluso la posibilidad misma de mi existencia en la sociedad brasile�a? �Y qui�n gana con eso, Sr. Presidente, m�s que su partido y su persona? �Qui�n, sobre esa base de infamia y calumnia, yergue bien alta su imagen de probidad, de pureza, y casi de santidad?

 

Solicito, pues, a V. Ex�. que haga saber a sus adeptos y admiradores que la preservaci�n de la buena imagen, as� como la libertad de coacciones y de amenazas, es un derecho constitucional de todos los brasile�os � incluido yo, por incre�ble que eso les pueda parecer a algunos �, y no s�lo de V. Ex�. y de ellos mismos.