El lado elegante del terrorismo
Olavo
de Carvalho
O Globo, 25 de enero de 2003
Todo el mundo sabe que el terrorismo mantiene al mundo en un estado
permanente de guerra no declarada. Pero esa guerra tiene adem�s una
segunda peculiaridad: est� calculada para privar anticipadamente a las
naciones atacadas -- EUA e Israel en primer lugar -- de toda
posibilidad de defensa.
Para comprender ese fen�meno es necesario ser consciente de que un
atentado terrorista no vale nada sin la utilizaci�n pol�tica y
medi�tica de sus consecuencias. �stas son planeadas tan
meticulosamente como el atentado mismo, cosa que ser�a imposible si
las organizaciones terroristas no contasen con una amplia red de apoyo
en los canales formadores de la opini�n p�blica de dentro y de fuera
de la naci�n atacada.
Cumplida esa condici�n -- y nunca ha sido tan bien cumplida como hoy
d�a --, paralizar a la v�ctima se convierte en una operaci�n muy
sencilla.
Si una naci�n es blanco de ataques
terroristas, �qu� puede hacer para solucionar el problema?
Puede, en primer lugar, defenderse en su propio territorio,
persiguiendo a los agentes locales del terrorismo.
Segundo: puede descubrir los Estados que dirigen o apoyan la acci�n
terrorista y atacarles en una guerra declarada.
Tercero: puede intentar combatir a sus enemigos por medio de acciones
tan camufladas e informales como las suyas, financiando a grupos
paramilitares de antiterrorismo, sea en su propio territorio, sea en
el Exterior.
En cualquiera de esas tres v�as, la reacci�n puede ser obstaculizada
por la presi�n de los medios de comunicaci�n y de la opini�n p�blica.
La represi�n local es condenada como una dictadura policial y un
atentado a los "derechos humanos" de los posibles
sospechosos, la mera amenaza de declaraci�n de guerra suscita una
epidemia de protestas "por la paz", la lucha clandestina es
denunciada como un crimen por medio de investigaciones parlamentarias
y reportajes de esc�ndalo, provocando crisis diplom�ticas y
eventualmente la ca�da del gobierno.
En la guerra entre las naciones y el terrorismo, todas las ventajas
las tiene este �ltimo. La situaci�n es estructuralmente an�loga a la
del enfrentamiento entre el ciudadano com�n y el criminal armado.
�ste, estando ya
a priori fuera de la ley,
tiene a su disposici�n cuantos instrumentos de acci�n desee. Aqu�l es
obstaculizado por la propia ley, que, h�bilmente manipulada, puede
llegar a privarle de sus medios de leg�tima defensa y convertirse en
el m�s s�lido baluarte en defensa del crimen.
Lo misma pasa en la esfera del terrorismo. Bur�cratas, periodistas,
intelectuales, estrellas de la TV y del cine, el
beautiful
people
en su totalidad, son tan vitales para el buen �xito de la iniciativa
criminal como los propios agentes de la violencia f�sica. La red que
todos ellos forman tiene hoy las dimensiones de un
megapoder internacional, incalculablemente
mayor que el de cualquier naci�n. Ning�n Estado tiene medios de
obtener tanto apoyo, en la opini�n p�blica mundial y en los organismos
internacionales, como las organizaciones terroristas. Ning�n Estado
puede mantener, en el Exterior, partidos con millones de militantes y
ONGs con millones de colaboradores
actuando de forma permanente. Ning�n Estado puede comprar conciencias
a granel entre los periodistas e intelectuales de un pa�s extranjero.
�"Ning�n" Estado? No es exactamente as�. Los Estados
totalitarios pueden, porque no tienen que rendir cuentas a la opini�n
p�blica interna. China puede. Cuba puede. Irak puede. Pero,
precisamente, esos Estados est�n del lado del terrorismo, en cuyo
favor usan medios de acci�n con los que un Estado democr�tico y
constitucional ni siquiera se� atrever�a a so�ar.
As� es como, en los medios de comunicaci�n internacionales, y en
especial en los de ciertos pa�ses m�s abiertos a la propaganda
izquierdista, como es el caso de Brasil, la dualidad de pesos y
medidas en el juicio del enfrentamiento entre los terroristas y sus
v�ctimas se convierte en un factor permanente y casi institucional,
actuando siempre en pro de los terroristas. �stos s�lo son condenados,
cuando llegan a serlo, durante el breve momento de impacto de sus
acciones espectaculares. Pasado el susto, colmada la cuota de lamentos
pro forma necesaria para
salvar las apariencias, los formadores de opini�n pasan a la segunda y
decisiva fase de las operaciones, que consiste en bloquear la
reacci�n. Si en la primera fase todo no pas� de un florecer pasajero
de verbalizaciones emocionales sin
consecuencia pr�ctica, en la segunda la acci�n es continua,
persistente, ordenada y racional, no d�ndose por terminada hasta que
la naci�n atacada no es inducida a abdicar de su derecho a reaccionar.
Por ese motivo, desde hace d�cadas la fuerza del terrorismo crece
ininterrumpidamente, mientras que toda veleidad de respuesta de las
v�ctimas tropieza cada vez m�s en obst�culos psicol�gicos, pol�ticos,
jur�dicos y culturales, sea en el exterior, sea en sus propios
territorios.
El terrorismo no ser� vencido mientras la red de sus colaboradores de
los medios de comunicaci�n, de la intelectualidad, del
show business
y de los organismos internacionales no sea investigada, conocida,
denunciada y desmantelada. Pero los obst�culos que se oponen a eso son
m�s terribles a�n que los que vetan una respuesta directa al
terrorismo. El derecho de los terroristas al apoyo unilateral es hoy
casi una cl�usula p�trea de la "�tica" medi�tica mundial. En
Brasil ya ni digamos. Nadie ve nada de anormal o de escandaloso en que
agentes de influencia directamente vinculados a la coordinaci�n
pol�tica del movimiento comunista en el continente ejerzan en los
medios de comunicaci�n el cargo de editores o comentaristas pol�ticos.
Nadie percibe ni siquiera la diferencia entre lo que ellos hacen y el
trabajo normal de un periodista. Pero basta que un ciudadano aislado,
sin conexiones organizativas de ninguna especie, se atreva a protestar
contra alguna mentira que ellos digan, para que sea inmediatamente
tildado de vendido, de agente extranjero, de "punta de un
iceberg", etc., etc. Eso es, por cierto, perfectamente l�gico. Si
la red existe para crear una dualidad de criterios en defensa del
terrorismo, �por qu� no deber�a ella usar esa misma dualidad en
beneficio propio?