Guiando a las almas

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 19 de diciembre de 2002

 

 

Cre� haber comprendido algo del alma del Sr. Frei Betto el d�a en que, habiendo criticado un homenaje con que �l y algunos otros elevaban las burdas imposturas cient�ficas de Fritjof Capra a la categor�a de gran contribuci�n al pensamiento contempor�neo, recib� de �l la respuesta de que el evento, a pesar de mis objeciones, "fue bueno para quien estuvo presente en �l". Ante tales palabras, me di cuenta de que hab�a sido completamente in�til enviarle un ejemplar de un libro m�o que demostraba que la sabidur�a del Sr. Capra era pura lana caprina. �Qu� di�logo serio cab�a esperar de un hombre que tan flagrantemente antepon�a el bienestar subjetivo de un grupo a las exigencias de la dignidad intelectual?

 

En aquella �poca, poco sab�a yo del Sr. Frei Betto. Hoy, ser�a injusto decir que s�lo veo en su figura aquel fr�volo comodismo. Hay en ella toda la profundidad de un misterio sombr�o que ni me atrevo a sondear.

 

Michael Horowitz, el historiador jud�o que se ha convertido en el mayor entendido de las persecuciones a los cristianos en el mundo de hoy, afirma que 150 mil de ellos son asesinados anualmente por los reg�menes dictatoriales comunistas y musulmanes. El Sr. Frei Betto, que se califica como "cristiano y conocedor de la historia de la humanidad", nunca ha dicho ni una sola palabra en defensa de esos hermanos suyos, mientras que ya ha dicho unas cuantas alabando al Che Guevara, que ejecut� personalmente a varios de ellos a tiros, as� como a Fidel Castro, que ha ejecutado a bastantes m�s a golpes de estilogr�fica.

 

Pero eso no es tan incongruente como pueda parecer, pues un decreto papal de 1949, revalidado en 1959 por Juan XXIII, condena a la excomuni�n autom�tica a todo cat�lico que d� apoyo consciente a partidos o gobiernos comunistas. El Sr. Betto ha ido mucho m�s all� de la simple "colaboraci�n", pues, seg�n ha admitido en una entrevista a Veja de 18 de diciembre, influy� directamente en la redacci�n de la Constituci�n del Estado dictatorial cubano y de los Estatutos del Partido Comunista de Cuba. �l es, sin la menor duda, un miembro destacado del establishment comunista internacional. La selecci�n de prioridades en la distribuci�n de su amor cristiano es una simple cuesti�n de coherencia.

 

Se puede alegar, claro est�, que aquella intervenci�n legislativa suya ten�a buenas intenciones, pues permiti� que los cristianos cubanos adquiriesen el derecho de afiliarse al Partido Comunista. El carnet del Partido, en Cuba, tiene la misma importancia de una vacuna contra enfermedades fatales. Sin �l, uno no puede conseguir empleo. El parado no puede dedicarse a la mendicidad sin ir a parar a la c�rcel, ni intentar huir del pa�s sin ser acribillado por la polic�a. La situaci�n es descrita en Mea Cuba, de Cabrera Infante, y el Sr. Betto ciertamente no la desconoce. Se puede sacar la conclusi�n, por tanto, de que, al ofrecerles el acceso al preciado documento, �l salv� la vida de muchos cristianos. S�lo se olvid� de advertirles que tendr�an que disfrutar de ese beneficio con total hipocres�a, pues, desde el mismo momento que aceptasen entrar de coraz�n en el Partido estar�an tan excomulgados por la Santa Madre Iglesia cuanto �l mismo. �Ser� exagerado vislumbrar algo de malicia sat�nica en el coraz�n del religioso que, so pretexto de ayudar a sus hermanos oprimidos por el r�gimen que �l adora, les ofrece el camino de la excomuni�n? �Por qu�, en vez de eso, no defendi� sencillamente su derecho al trabajo y a la libertad fuera del Partido, contra el Partido? �Por qu� no defendi�, al menos, su derecho a salir de Cuba? Claro, eso no ser�a nada saludable para la imagen del r�gimen all� vigente, y �qu� valen unas cuantas almas de cristianos en comparaci�n con ese supremo bien?

 

Imbuido de esa jerarqu�a de valores, el Sr. Betto no se contenta con guiar por las veredas de la salvaci�n el alma del presidente electo Lu�s In�cio da Silva. Tambi�n se preocupa de la nuestra. Para preservarla del pecado, sugiere que cada programa de TV "tendr�a que pasar por la consulta de un grupo representativo de la sociedad, que dir�a si hiere o no los principios de la sociedad que nosotros queremos construir". "Nosotros", ah�, es evidentemente �l mismo. Ya ha dicho mil veces qu� tipo de sociedad quiere construir. Es una sociedad en la que todo cristiano tendr� derecho, como en Cuba, a un carnet del Partido. �l denomin� a esa sociedad -- literalmente -- "el cielo en la Tierra". Es el cielo que les queda a los excomulgados. A �l promete llevarnos ese buen pastor, para que pasemos all� la eternidad junto con Lula, con Fidel y, ciertamente, con �l mismo. Estar en el infierno, dec�a Simone Weil, es creer, por equivocaci�n, que se est� en el cielo.