Sali� en O
Globo... hace cuarenta
a�os
Olavo de Carvalho
O Globo, 7 de diciembre de 2002
Para describir lo que sucede en este pa�s y, al hacerlo, decir algo
actual y oportuno, tan actual y tan oportuno como tiene la obligaci�n
de ser el periodismo diario, yo no necesitar�a escribir este art�culo:
me bastar�a con reproducir lo que fue publicado en este mismo
peri�dico y en esta misma secci�n, hace cuarenta a�os, el 4 de
diciembre de 1962, por el poeta Augusto
Frederico
Schmidt:
"Las llamadas clases productoras, conservadoras, empresariales o
cualquier otra denominaci�n semejante, son grandemente responsables de
la persecuci�n que padecen..."
"Nunca se ha visto algo tan flojo, tan desorganizado, tan
desprovisto de capacidad de reacci�n como ese famoso 'poder
econ�mico', cuyo influjo es tan formidable en opini�n de los
izquierdistas y nacionalistas -- y tan inexistente, et�reo y vac�o en
la realidad."
"El poder econ�mico privado se distingue por la ineficacia de su
acci�n. Casi siempre apoya y financia a sus peores enemigos. Y, en
realidad, no dispone de ning�n elemento para la defensa de sus
leg�timos intereses, ni siquiera de aqu�llos que coinciden con los del
pa�s."
"Es bien sabido que existen legisladores que compran sus esca�os
a muy alto precio. Se oye decir que lo hacen para defender privilegios
y posiciones adquiridas, pero nada m�s falso que eso. Son diputados y
senadores para satisfacer su propia vanidad, pues se hacen la ilusi�n
de que as� aumentan su prestigio. No se atreven a emitir un parecer,
no se atreven a defender lo que debe ser defendido, no tienen ni una
sola palabra de protesta cuando son expoliados, y con ellos la
iniciativa privada... Es una pena que un activo tan importante haya
sido entregado a manos tan ineptas, a una clase que est� encantada de
ser recibida por sus verdugos y
fotografiada con ellos, que se siente
exaltada al agradecer los agravios recibidos, y todo eso con la
esperanza de ablandar la inflexible voluntad de sus exterminadores...
Son alertados, prevenidos, zarandeados, pero no comprenden lo que est�
pasando. Se est� instalando aqu� un comunismo provinciano, que
pretende hundir al Brasil en la desesperaci�n y en el fango -- y son
pocos los que est�n dispuestos a colaborar para la defensa
com�n..."
Podr�a transcribir el art�culo entero. Pero no me resisto a citar
otro, publicado en febrero de 1963, en el
que el poeta contestaba al arzobispo
Helder C�mara,
quien acusaba a "los ricos" de oponerse a la implantaci�n de
los proyectos reformistas del gobierno
Goulart "por causa de una ceguera y
de un ego�smo que constituyen un problema m�s serio que el propio
comunismo". Schmidt demol�a ese bello
t�pico por el camino m�s corto: la exposici�n de los hechos, que, si
algo demostraban, era el sometimiento total del poder econ�mico a
quienes lo condenaban. Pues precisamente dos de los proyectos
mencionados, de esp�ritu abiertamente anticapitalista, el de la
contenci�n de lucros y el de la reforma tributaria
goulartiana, acababan de ser aprobados en
el Congreso por unanimidad: "Los ricos no han encontrado en el
Parlamento ni un solo diputado, ni un solo senador que les defendiese.
En un proyecto de reforma de los funcionarios p�blicos, se han
introducido dos enmiendas que instituyen verdaderas injerencias en la
vida privada, como s�lo es posible encontrar en los pa�ses socialistas
o en China comunista, y los ricos no han dicho ni p�o, ni siquiera se
han defendido..."
Y sigue en ese tono. Toda esta
Antolog�a Pol�tica del
poeta-profeta, organizada por Jos�
M�rio Pereira, constituida
substancialmente por art�culos de
O Globo y que acaba de ser
publicada por la Fundaci�n Yedda y Augusto
Frederico
Schmidt en sociedad con las editoriales
Topbooks y
UniverCidade, es una contundente
demostraci�n de que durante cuarenta a�os nuestras "clases
productoras, conservadoras, empresariales o cualquier otra
denominaci�n semejante" no han aprendido nada, de que siguen
siendo tan tontas, inermes y acobardadas como siempre, arrodilladas
como siempre ante sus enemigos profesos, apostando, como siempre, por
la insensata posibilidad de construir una pr�spera econom�a
capitalista mediante una cultura comunista, una educaci�n comunista,
un lenguaje comunista, unos criterios morales comunistas y, en fin,
mediante un gobierno comunista -- todo eso, claro est�, financiado por
el propio capitalismo.
�Pero hoy no es todo igual que
en aquellos tiempos. Habiendo cre�do desde hace una d�cada que
"el comunismo ha muerto", esas tales clases productoras,
para no reconocer que fueron ridiculizadas una vez m�s, hacen de todo
por ocultar el rebrote de ese movimiento en el continente, al mismo
tiempo que lo fomentan y respaldan ellas mismas, dando dinero para el
Forum Social Mundial, beatificando al presidente electo, publicando y
mimando a los profetas del neo-comunismo (Istvan
M�sz�ros, Roman
Rolsdolski, Antonio
Negri), y negando no s�lo apoyo, sino un
m�nimo de respeto a toda y cualquier expresi�n de anticomunismo. La
diferencia es substancial: en tiempo de
Schmidt, pocos estaban dispuestos a
denunciar el ascenso del comunismo, pero, al menos, ten�an el derecho
de llamarlo por su nombre. Hoy eso est� prohibido. Atr�vete a decir en
una cena de empresarios que el Foro de
S�o Paulo es comunista y ver�s las miradas
de censura que se yerguen a tu alrededor. Di que el programa cultural
del gobierno Lula es comunista y atraer�s en tu contra el odio de los
"ricos", esos mismos ricos que dicho programa va a presentar
a la naci�n como culpables de todos los males. Di que la supresi�n del
sigilo bancario es el comienzo del totalitarismo y te ver�s tildado de
rabioso, paranoico, radical y truculento. Algo ha cambiado, en efecto:
en aquel tiempo, el apoyo de los ricos a sus verdugos era discreto y
avergonzado. Hoy es asumido, ostensible, orgulloso e intolerante. Y
�c�mo no va a ser as�? El comunismo de aquella �poca no ten�a un
movimiento de masas con trescientos mil militantes entrenados para
acciones violentas, no ten�a ni una cent�sima parte del contingente
armado del que dispone ahora en Colombia, no contaba con las ayudas
multimillonarias del narcotr�fico ni mucho menos con el apoyo masivo
del clero llamado "cat�lico". Hoy tiene todo eso. De ah� la
necesidad, mucho m�s urgente y compulsiva, de negar que el comunismo
exista, de inventarle alg�n nombre mucho m�s hermoso y
tranquilizador.