Ecos de un debate
en
la Universidad Federal del Paran�
Olavo de Carvalho
Petr�polis, 7 de diciembre de 2002
Publicado en
www.olavodecarvalho.org
Siempre que hablo en p�blico, salvo en el caso de expl�cita decisi�n
en contra por parte de los organizadores del encuentro, advierto a los
oyentes que no necesitan esperar al final de mi exposici�n para hacer
las preguntas u objeciones que deseen. Plat�nico al menos en eso, no
creo mucho en el valor de las exposiciones magistrales: prefiero la
forma dialogada, que permite al conferenciante ir aclarando las
obscuridades de su exposici�n antes de que se condensen en un mont�n
inextricable de malentendidos.
El Sr. Walmor Marcelino, presente en mi
conferencia en la Facultad de Derecho de la Universidad Federal del
Paran� [UFPR], [Curitiba, 24 de octubre de 2002] perfectamente
advertido, por tanto, de su derecho a interrumpirme, en vez de
ejercerlo o, al menos, de presentar sus objeciones al final, prefiri�
adoptar lo que ha sido, desde la publicaci�n de mi libro
El Imb�cil Colectivo, el
procedimiento-modelo de todos los acomplejados que no me soportan:
huy� del debate y se fue a hablar mal de m�
all� lejos, donde yo no pudiese o�rle. �l mismo lo admite: "Hu�
cobardemente." No puedo, por tanto, negar a ese intrigante al
menos el m�rito del realismo. �l sabe que no vale nada.
Por fortuna, sus oyentes no siguen su ejemplo de cobard�a. Uno de
ellos me ha remitido una copia del panfleto que, despu�s de mi vuelta
a Rio de Janeiro, el Sr. Marcelino hizo
circular por la UFPR. En atenci�n a la petici�n de ese estudiante,
paso a examinar el curioso escrito, que, si por s� mismo no vale ni un
minuto de lectura, no deja sin embargo de ser interesante como signo
de los tiempos.
Despu�s de una larga introducci�n que no se refiere a m�, el autor
del panfleto, queriendo decir algo en mi contra pero no sabiendo qu�,
echa mano del primer t�pico difamatorio que le viene a la cabeza,
acus�ndome de ser un intolerante que "no admite que las personas
est�n en desacuerdo". �Toma ya! Si comparezco a un debate, es
porque quiero debatir, y no imagino c�mo ser�a posible hacerlo sin
desacuerdos. Es m�s, si invito a las personas a manifestar sus
desaveniencias incluso durante mi
exposici�n, es obviamente porque ni las temo ni las rechazo, sino
porque las valoro. Me limito a responderlas, pues para eso
precisamente han sido formuladas. Y es su enfermiza irritaci�n contra
eso, en resumidas cuentas, lo que el Sr. Marcelino expresa de manera
obscura al proclamar que no admito desacuerdos: quiere decir que tengo
la intolerable arrogancia de contestarlos. Se trata, evidentemente, de
la confusi�n t�pica de un cerebro entontecido por el odio. La premisa
impl�cita de su razonamiento - si es que llega a ser un razonamiento -
es que, para demostrar tolerancia, un conferenciante tiene que
abstenerse de responder a las objeciones, limit�ndose a o�rlas en
contrito silencio y a menear la cabeza en se�al de humilde aprobaci�n.
La absurdidad de la premisa salta a la vista: la prohibici�n de la
r�plica hace imposible cualquier debate, reduciendo la conversaci�n a
la exposici�n est�tica de unos pros y contras cerrados e inalterables,
sin el menor intercambio posterior de argumentos. Y no hay c�mo eludir
la conclusi�n de que, si Marcelino se queda tan irritado por el hecho
de que yo responda, es porque no admite respuestas. La cr�tica que me
hace es, por tanto, s�lo la imputaci�n proyectiva de los sentimientos
ruines que se agitan en el alma de un idiota desprovisto de
auto-conciencia.
Pero, si ni se da cuenta de lo que pasa dentro de su propia cocorota,
mucho menos comprender� lo que proviene de la m�a. A��dase a la
incomprensi�n la voluntad expl�cita de difamar, y tendr�n la
explicaci�n de las frases absurdas que me atribuye, que yo nunca he
dicho y que son de su propia y exclusiva invenci�n. De tales o cuales
ideas diferentes de las m�as, por ejemplo, yo habr�a afirmado que
"no est�n de acuerdo con el conocimiento cient�fico de nuestro
tiempo". Cualquiera que conozca algo de mis obras y de mi estilo
sabe que yo jam�s dir�a una cosa de esas, primero porque tengo un
solemne desprecio por la autoridad del "conocimiento cient�fico
de nuestro tiempo", segundo porque todo lo que he escrito hasta
hoy va directamente contra la creencia de que la contemporaneidad sea
criterio de valor de una idea o doctrina, tercero porque una de mis
vanidades de escritor es no recurrir nunca a t�picos de mal gusto.
Olavo de
Carvalho es una cosa;
Olavo de
Carvalho escribiendo en el estilo de
Walmor Marcelino, es otra completamente
diferente.
A continuaci�n, el Sr. Marcelino me imputa la calificaci�n de
Gramsci como "aberraci�n
filos�fica". Aqu�, �l me entendi� - o fingi� entenderme -
exactamente al rev�s. Lo que yo dije fue que Antonio
Gramsci calificaba de aberraci�n cualquier
pensamiento individual no directamente aprovechable en la lucha de
clases, como por ejemplo el m�o, ya etiquetado as� varias veces por
los gramscianos de turno.
Obviamente tampoco dije que "los marxistas opinan que el salario
del trabajador contiene un excedente al que llaman plusval�a",
sino que di la definici�n marxista corriente de plusval�a, o sea la
diferencia entre el salario pagado y el valor-trabajo real invertido
en la producci�n de la mercanc�a - definici�n que, a o�dos del Sr.
Marcelino, son� tan nueva y extra�a que ni siquiera consigui�
reproducirla sin transformar la plusval�a precisamente en su
contrario, esto es, en algo que sobra y no que falta en el salario del
trabajador.
Tambi�n est� claro que no pronunci� ninguna de las dem�s frases que
Marcelino me atribuye:
"Hay personas [los marxistas] que creen posible definir un
precio industrial de un producto, cuando en realidad s�lo es precio de
comercio."
"Karl
Marx pens� haber descubierto clases
sociales y conflicto de clases en las sociedades."
"Georgy
Luckacs era un h�ngaro miserable, cornudo,
que escribi� sobre una inexistente conciencia de clase".
Cada una de estas frases era otra cosa, que en el cerebro de ese
aut�ntico cabeza de chorlito se transform� en eso.
Para ilustraci�n de los que estuvieron ausentes: en cuanto al primer
punto, yo s�lo estaba exponiendo la cl�sica objeci�n de
Eugen von
B�hm-Bawerk a
la teor�a marxista del valor (1), objeci�n que Marcelino, al resumirla
como lo hizo, mostr� que era para �l una completa e incomprensible
novedad.
La segunda frase es ambigua. Al colocarla en mi boca, �pretende
Marcelino decir que, en mi opini�n, Karl
Marx s�lo pens� haber descubierto la lucha
de clases sin haber descubierto efectivamente nada, o que
Karl Marx,
adem�s de haber descubierto algo, pens� tambi�n qu� es lo que hab�a
descubierto? La propia construcci�n de la frase que me atribuye
muestra que esa diferencia se le escapa. Cuando Marcelino consiga
entender lo que ha escrito, tal vez nos diga de qu� se trata.
En cuanto al tercer punto, lo que yo dije fue que
Luk�cs, en la desesperaci�n de explicar la
adhesi�n del proletariado europeo a las ideolog�as nacionalistas, que
Lenin consideraba incompatibles con su
inter�s de clase, invent� la distinci�n entre "conciencia
proletaria actual" y "conciencia proletaria posible" -
atribuyendo esta �ltima, curiosamente, no a los proletarios de carne y
hueso sino a la elite del Partido, incluy�ndose en ella a s� mismo,
aunque fuese hijo de capitalista. En definitiva, resum� lo que hab�a
dicho en mi art�culo "Del marxismo cultural" (2). Lean y
comparen con la interpretaci�n
marcel�nica de mis palabras: es la
distancia que va de una idea a un pedo.
Tampoco llam� a
Luk�cs "cornudo", aunque el
t�rmino no estar�a completamente fuera de lugar en su caso. Me limit�
a contar, de paso y s�lo para diversi�n del auditorio, que compart�a
la esposa con el co-inquilino de su piso -
un episodio bien conocido por todos los que hayan estudiado la
biograf�a del fil�sofo h�ngaro, caso que evidentemente no es el del
Sr. Marcelino.
No habiendo comprendido ni siquiera las frases sueltas, mucho menos
puede el Sr. Marcelino haber aprehendido la l�nea general de mi
razonamiento, que, con cierta candidez, confiesa incluso no haber
captado ni de lejos, pero que, como pude verificar en un debate
posterior con los estudiantes presentes, no se le escap� a ninguno de
ellos, ya que la poblaci�n acad�mica de la UFPR, por fortuna, no se
compone de Marcelinos. La explicaci�n del
fracaso del Sr. Marcelino en comprender lo que todos comprendieron tal
vez estribe en un detalle especialmente pintoresco: aunque el anuncio
del encuentro promet�a s�lo un debate sobre Antonio
Gramsci, el Sr. Marcelino confiesa que
compareci� all� "con la expectativa de que �l (Olavo
de Carvalho) ir�a en seguida a mostrar,
cient�ficamente, la coherencia l�gica o la compatibilidad org�nica de
la microf�sica de Heisenberg, la f�sica de
Galileo y la macrof�sica de
Max Planck y
Einstein". Se entiende que, con esa
esperanza, no aprovechase grande cosa del debate.
Hay tambi�n, en su panfleto, la dosis reglamentaria de diagn�sticos
psicopatol�gicos peyorativos que, en los escritos de la cr�tica
inepta, substituyen habitualmente a los res�menes fieles y a las
refutaciones inteligentes. No veo por qu� responder a ellos. No tengo
por mi propio inconsciente freudiano el inter�s obsesivo que le dedica
el Sr. Marcelino, y me limito, por tanto, a transcribir el siguiente
p�rrafo de un art�culo que he escrito recientemente:
"En este pa�s, cuanto m�s un individuo se muestra incapaz de
aprehender la mera referencia f�ctica de lo que la gente le dice, m�s
se siente facultado para diagnosticar, por adivinaci�n, los
sentimientos �ntimos y las motivaciones ocultas del interlocutor --
como si la ineptitud ling��stica fuese un certificado de superior
agudeza psicol�gica. Cada analfabeto funcional que he encontrado en
esta vida cre�a ser el
doctor Freud en persona."
Con estas palabras, me despido del Sr. Marcelino.
S�lo me queda mencionar que una reacci�n un tanto similar a la suya
fue observada en el prof. Abilli, mi
contrincante en el debate. M�s a�n que los oyentes, ese se�or tuvo,
como miembro de la mesa, tiempo suficiente para exponer las ideas que
bien le pareciese. Al no tener ninguna idea, se limit� a recurrir al
argumento de la fama -- versi�n grotesca del
argumentum
auctoritatis
-- , alegando que Antonio
Gramsci es un sujeto respetad�simo, etc.,
etc., y acabando por caer en el completo rid�culo por su propia
iniciativa, sin la menor ayuda por mi parte. Al d�a siguiente, tuvo
una tard�a explosi�n de c�lera ante sus alumnos, alegando que fue
v�ctima de la opresi�n nazi y de un complot urdido para humillarle. No
consigo imaginar lo que quiso decir con la primera de esas
expresiones, pero, por lo que a la segunda se refiere, informo que, no
conociendo al prof. Abilli hasta ese
momento (tanto es as� que hasta ahora no tengo la certeza de estar
transcribiendo correctamente su nombre), no tuve contra �l ninguna
intenci�n maligna. La �nica cosa que puedo haber hecho para humillarlo
fue involuntaria: estudiar lo que �l no ha estudiado. Pero eso sucedi�
muchos a�os antes del debate y en una �poca en la que yo ni sospechaba
de la existencia del distinguido. No tengo ninguna culpa de que �l sea
lo que es.
Petr�polis, 7 de diciembre de 2002
NOTAS
(1) Eugen
von B�hm-Bawerk,
La teor�a de la explotaci�n del socialismo-comunismo. La idea de
que toda renta no proveniente del trabajo (alquiler, inter�s y
lucro) implica injusticia econ�mica, trad. Lya
Luft, Rio,
Jos� Olympio, 1985, reproducido en
/bbawerk/rosto_bohm.htm.
�(2) "Do marxismo
cultural", O Globo, 8
jun 2002, reproducido en /semana/06082002globo.htm.
*******
A quien le pueda interesar:
Una denuncia a la farsa cientificista de
Olavo de
Carvalho.
D�as de inter�s, d�as de contestaci�n, d�as de aprendizaje
Walmor
Marcellino
Voy a la Facultad Federal de Derecho, donde los estudiantes han
organizado una exposici�n del pensamiento de Antonio
Gramsci a cargo del fil�sofo
Olavo de
Carvalho,
seguida de un
debate.
Olavo
Carvalho, que se califica como fil�sofo,
es periodista con columna firmada en los peri�dicos "O
Globo" y "Estado de S. Paulo" y en la revista
"�poca", donde pontifica sobre temas pol�ticos y avala un o
"el pensamiento liberal". Da tambi�n conferencias en varias
instituciones y lugares, entre ellos la Asociaci�n Comercial del
Paran�.
En el auditorio, s�lo media docena de no-estudiantes, como yo. Antes
de la llegada del conferenciante me advierten de que es el Partido
Democr�tico Universitario el que promueve el evento. Echo una ojeada a
un folleto con el t�tulo
Vox Discentis, veh�culo informativo del PDU.
Bajo el t�tulo
Democracia y Movimiento Estudiantil, veo un fragmento de Karl
Marx "contra el pasado", seguido
de otro de Duarte do Lago Pacheco Pereira, cuando a�n era activista de
la JUC y director de la UNE, en el que dice: "los estudiantes
deben participar en movimientos sociales pero sin abandonar sus
ocupaciones espec�ficas de estudiantes...".
(Fuera de contexto, los dos autores all� citados, dicen lo que no
dicen. O no dicen lo que piensan, uno como el fil�sofo de "La
miseria de la filosof�a", "Manuscritos
Econ�mico-filos�ficos", "La ideolog�a Alemana" y
"El capital", el m�s influyente de los �ltimos 150 a�os; y
el otro, como ex-dirigente de la revolucionaria Acci�n Popular
Marxista-Leninista de 1967 a 1973.)
A continuaci�n: "El Partido Democr�tico Universitario propone
una nueva concepci�n de movimiento estudiantil. Una concepci�n que
supere la actual dicotom�a que nos deja encerrados entre las
alternativas 'masa movilizada por la vanguardia' o 'l�deres
apol�ticos'. La coyuntura socio-pol�tica nacional y mundial ha sufrido
grandes transformaciones, a las que el movimiento estudiantil tiene
que adaptarse, si no quiere ir a parar al museo de la sociedad civil
organizada. Presentamos una tercera opci�n, que no es un medio t�rmino
entre las dos,...".
"... ya no somos m�s una dictadura pero tampoco un
populismo."
"... el �nico modelo capaz de afrontar esta nueva realidad...
capaz de representar a todos los alumnos a pesar de sus
especificidades"... "pero sin ignorar los
topoi
espec�ficos de nuestra comunidad... es el modelo
Democr�tico-Estudiantil..."
Siguen tres principios y un "pensamiento de
Olavo de
Carvalho"; de �ste una especie de
confiteor
contra el esp�ritu colectivista del reba�o estudiantil.
Si el veh�culo informativo de los estudiantes del PDU asustaba por su
pedante y juvenil algarab�a de vocablos, cre� que el
expositor-fil�sofo y el profesor de sociolog�a y derecho presentado
como su oponente podr�an ofrecer alguna aclaraci�n sobre el fil�sofo
marxista Gramsci.
Y Olavo de
Carvalho empez� a hablar. Al principio
pens� que acabar�a organizando el tropel de afirmaciones categ�ricas
sobre las actitudes y conductas anticient�ficas en nuestra sociedad y
en el mundo. Y no se qued� corto: no admite que las personas est�n en
desacuerdo (acordar, concordar, discordar proceden de
cor cordis, el coraz�n. �Lo sab�an?) con sus
propuestas "epistemol�gicas", pues esas ideas diferentes
"no est�n de acuerdo con el conocimiento cient�fico de nuestro
tiempo".
Me qued� en la expectativa de que ir�a en seguida a mostrar,
cient�ficamente, la coherencia l�gica o la compatibilidad org�nica de
la microf�sica de Heisenberg, la f�sica de
Galileo y la macrof�sica de
Max Planck y
Einstein. Ni siquiera la indeterminaci�n
de Heisenberg consigui� hacer tambalear su
determinaci�n, y la atracci�n de los agujeros negros del universo no
absorbieron velozmente su masa.
Categ�rico en la afirmaci�n de su imprecisa verdad cient�fica, que no
se preocup� de explicitar, tal la "obviedad filos�fica" en
su "explanaci�n", divag� por an�cdotas y bromas respecto de
todos los temas serios o aleatorios que su cerebro errante fue capaz
de hacer. Fue asertorio en todo lo que habl� durante una hora, pero
sin fijar una l�nea divisoria entre su propia percepci�n de las
realidades pol�ticas, el reconocimiento de su propia voluntad y su
pl�tora de gracejos, como una inventiva jocosidad
"cient�fica".
Despu�s de ratificarme, por las risas de algunos de los estudiantes
embrutecidos por la ignorancia, que confirmaban la imbecilidad de
"Vox Discentis", empec� a hacer
de psic�logo: tal vez el auditorio tuviese una edad mental adulta que
s�lo se manifestaba en cuestiones menos complejas que filosof�a,
sociolog�a y pol�tica; aunque la elecci�n tem�tica de
Gramsci como "una aberraci�n
filos�fica" revelaba desprecio al estudio y al ejercicio del
razonamiento.
Y tambi�n, quiz�, el autofil�sofo
Olavo de
Carvalho fuese s�lo un paranoico,
padeciese una disociaci�n de la personalidad; o una ansiedad que se
compensaba con el tabaco; tal vez fuese s�lo una v�ctima m�s de la
perplejidad que acompa�a a nuestra fragmentaci�n del entendimiento en
esa sociedad capitalista esquizofr�nica.
At�nito y con la raz�n que no sal�a de su asombro, o� durante una
hora una caterva de tonter�as como: "los marxistas creen que el
salario del trabajador contiene un excedente al que llaman 'plusval�a'
"; "hay personas [los marxistas] que creen posible definir
el precio industrial de un producto, cuando en verdad es s�lo precio
de comercio...;" "Karl
Marx pens� haber descubierto clases
sociales y conflicto de clases en las sociedades";
Georgy
Luckacs era un h�ngaro miserable, cornudo,
que escribi� sobre una inexistente consciencia de clase".
Me acord� entonces de que el idiotismo de
Olavo de
Carvalho tiene su guarida en algunos de
los veh�culos de comunicaci�n social m�s importantes del pa�s; y que
el discernimiento de los intelectuales org�nicos del empresariado del
Paran� hace de �l el s�mbolo de su raz�n y de su capacidad de pensar.
�Qu� cabe esperar de los hijos de esa clase media con pretensiones al
liderazgo econ�mico y social?
No pude soportar las coces contra la inteligencia y la raz�n. No pude
esperar a la reacci�n de la v�ctima que me pareci� el acorralado
profesor de sociolog�a del derecho. Hu� cobardemente.
No s�lo fueron barridos de la historia y despedidos del escenario
intelectual Antonio Gramsci,
Karl Marx,
Georgy
Luckacs, sino tambi�n la filosof�a y la
raz�n.