M�s sobre el fanatismo

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 5 de diciembre de 2002

 

 

El segundo rasgo de la personalidad fan�tica, indicado por Victor Frankl, es el desprecio de la individualidad ajena.

 

La estructura de la individualidad se manifiesta ante todo como una jerarqu�a de metas vitales, distinta en cada ser humano. Lo que es esencial para uno es secundario para otro. Pero todas las metas reflejan, en cierto modo, alg�n valor universal, que puede ser reconocido y apreciado por quien no las comparte. No quiero necesariamente para m� lo que t� quieres para ti, pero reconozco que para ti es bueno quererlo. El hombre que desea la riqueza aprecia al que busca el conocimiento, �ste respeta al que busca la perfecci�n art�stica, la felicidad en el matrimonio, el �xito pol�tico, etc. Un mismo hombre puede, de modo simult�neo o sucesivo, perseguir objetivos diversos, que traducen cada uno de ellos, en la situaci�n del momento, los mismos valores b�sicos. Para el fan�tico, s�lo hay un objetivo aut�ntico: las metas de su partido o de su secta. Las dem�s, en s� mismas, no valen nada; se vuelven buenas o malas seg�n se ajusten o se separen de aqu�llas. Pongamos, por ejemplo, la caridad. Para quien la cultiva, es, por s� misma, la meta, el valor y el criterio supremo de sus aciones. Para el izquierdista fan�tico, la caridad es un s�mbolo inocuo, que adquiere valor positivo o negativo seg�n su utilidad pol�tica. En un momento dado puede ser condenada como una ilusi�n individualista burguesa, en otro enaltecida como la virtud m�xima del ciudadano, seg�n se presente como alternativa aut�noma o como pr�ctica social integrada en la estrategia de izquierda, como pas� con la "campa�a de Betinho".

 

En cambio, si t� insistes en reafirmar tus propios criterios, independientemente de si sirven o no para alcanzar las metas pol�ticas que �l pretende, el fan�tico tendr� que ignorarte como irrelevante o catalogarte como enemigo. �Reconocer sus objetivos vitales como independientes? �Ah!, eso no. Nunca. Ese reconocimiento equivaldr�a a reducir el sacrosanto ideal pol�tico al que rinde culto a un mero valor vital entre otros, y eso es precisamente lo que el fan�tico no puede admitir de ning�n modo. Por eso es incapaz de comprender a los dem�s con los criterios de ellos. Tiene que traducirlos al lenguaje de su propio ideal, o sea, reducirlos a amigos o enemigos del partido, y juzgarlos en funci�n de eso, a poco que quepan en ese molde prefabricado.

 

Eric Voegelin, cuando era joven, no estaba ni a favor ni en contra del racismo. Estaba a favor de la ciencia hist�rica. Estudi� la historia de la ideolog�a racista, y habiendo descubierto que �sta no ten�a nada que ver con la realidad biol�gica de las razas, public� esa conclusi�n en un libro. Pero, para los nazis, la ciencia hist�rica no era un criterio aut�nomo admisible. La historia ten�a que estar a favor o en contra del partido. Al d�a siguiente, la Gestapo emprendi� la caza y captura de Eric Voegelin.

 

Boris Pasternak no estaba ni a favor ni en contra del socialismo. Estaba a favor de la buena poes�a l�rica, de la expresi�n genuina de los sentimientos humanos. Pero, para el fan�tico socialista, eso no vale como criterio aut�nomo. La poes�a l�rica, si no sirve al socialismo, sirve a los enemigos del socialismo. Pasternak fue condenado y encarcelado como enemigo del Estado sovi�tico.

 

Lo que el fan�tico niega a los dem�s seres humanos es el derecho a definirse seg�n sus propios conceptos, a explicarse seg�n sus propias categor�as. S�lo son v�lidos sus conceptos, o sea, las categor�as del pensamiento partidista. Para �l, en definitiva, t� no existes como individuo real e independiente. S�lo existes como tipo: "amigo" o "enemigo". Una vez definido como "enemigo", te vuelves, a todos los efectos, id�ntico e inseparable de todos los dem�s "enemigos", por m�s extra�os y repugnantes que los consideres. Yo, por ejemplo, ya he sido catalogado por los izquierdistas como colega ideol�gico del Sr. Lyndon LaRouche, quien, por su parte, me considera portavoz de todo lo que abomina. �Habr� modo de explicar a �l o a ellos que no tengo nada que ver con todo eso?

 

Ah�, las intenciones personales de la v�ctima desaparecen por completo. Si, por ejemplo, t� est�s en contra del socialismo por motivos morales y filos�ficos que no tienen nada que ver con el inter�s de las "clases dominantes" que el socialista dice combatir, poco importa: para �l, t� eres un ide�logo de las clases dominantes. Y, si contestas que lo que para ti est� en juego es algo completamente distinto, ni te escucha: t� ya est�s catalogado, y catalogar es el m�ximo de gentileza que �l puede conceder a alguien que, desde su punto de vista, s�lo sirve precisamente para eso.