�Qu� es hegemon�a?

Olavo de Carvalho

Zero Hora, 01 de diciembre de 2002

 

 

Dos importantes acontecimientos de la semana pasada han merecido poca o ninguna atenci�n por parte de los medios de comunicaci�n brasile�os: el rotundo �xito de la visita de George W. Bush a Ruman�a y el 70 aniversario del genocidio sovi�tico en Ucrania. Claro: ning�n hecho que hable a favor de los EUA o contra el socialismo es bien recibido por nuestra clase period�stica, reducida cada vez m�s a la condici�n de mera fuerza auxiliar de la "revoluci�n cultural" gramsciana.

 

Pocos pueblos tienen la conciencia hist�rica de los rumanos. He hecho ya varios viajes a Ruman�a, tengo all� una infinidad de amigos, y todos ellos, desde las m�ximas estrellas de la intelectualidad como los fil�sofos Andrei Pleshu y Gabriel Liiceanu hasta los taxistas y empleadas dom�sticas, desde los patriarcas centenarios hasta los chicos de colegio, se saben de pe a pa la epopeya de las luchas y sufrimientos de su pa�s durante las seis d�cadas de totalitarismo, primero nazi, luego comunista. Es m�s: tienen una aguda conciencia de que ninguna naci�n que haya vivido esas experiencias puede lanzarse alegremente hacia el futuro, barriendo el pasado y meti�ndolo debajo de la alfombra. Cuando Pleshu, entonces ministro de Relaciones Exteriores, descubri� documentos que incriminaban a su amigo y maestro Dan Lazarescu como colaborador de la polic�a secreta del extinto r�gimen, la decisi�n de divulgarlos le debi� doler como si rasgase su propia carne. Lazarescu, decano del Senado, historiador y erudito, era un �dolo nacional, adem�s de gran-maestre de la Masoner�a -- y por medio de �l centenares de masones y de no masones hab�an encontrado el camino de la prisi�n y de la muerte. La revelaci�n de sus cr�menes fue un trauma que pocas naciones habr�an podido soportar sin caer inmediatamente en inquietantes dudas sobre su propio futuro. El recibimiento entusiasta a George W. Bush muestra la firmeza inalterable de la opci�n del pueblo rumano por el modelo occidental de democracia, sin concesiones al anti-americanismo f�cil de tantos pueblos europeos. Franceses y alemanes pueden haber olvidado que deben su libertad a los americanos. Los rumanos no lo olvidar�n f�cilmente.

 

La masacre de los ucranianos mediante el "arma del hambre", llevada a cabo por Stalin entre los a�os 1932 y 1933, tampoco ser� olvidada, a pesar de los esfuerzos de censura de nuestros medios de comunicaci�n. Esa masacre, negada durante d�cadas por la prensa "progresista chic" de Occidente, hoy es un hecho perfectamente asumido por la historiograf�a mundial, sobre todo despu�s de que la apertura de los Archivos de Mosc� y los trabajos de la Comisi�n de Investigaciones con sede en Montreal confirmaran el relato presentado por el historiador Robert Conquest en su obra cl�sica Harvest of Sorrow. El martes pasado, en la Sociedad de Amigos de la Cultura Ucraniana, en Curitiba, asist� a la proyecci�n de una pel�cula producida por dicha Comisi�n, que contiene fragmentos de documentales de aquella �poca filmados "in loco". Hubo siete millones de muertos, la mayor�a ni�os -- un Biafra de tama�o descomunal, s�lo que creado a prop�sito para eliminar resistencias.

 

Esa diferencia, obviamente, no absuelve al socialismo africano. Un estudio realizado en 1985 por la ONU en veinte pa�ses de �frica asolados por la miseria y por el hambre, muestra que todos, sin excepci�n, hab�an adoptado en la d�cada anterior pol�ticas agrarias socialistas, control de precios, supresi�n de intermediarios -- toda la parafernalia estatalizadora que, en un pa�s de agricultura enormemente productiva como Brasil, todav�a es presentada por algunos como soluci�n "humanizadora". A�adan a eso unas cuantas decenas de millones de v�ctimas del "gran salto hacia adelante" chino, y ver�n que, a prop�sito, o por la ineptitud de sus pol�ticas econ�micas, ning�n r�gimen, en ninguna �poca, mat� tanta gente de hambre como el socialismo. Son cosas que habr� que discutir ahora que el gobernador Germano Rigotto, revelando un m�rbido fondo de escr�pulos socialistas en su mentalidad democr�tica, no se decide a cortar la subvenci�n al pr�ximo Forum Social Mundial. Pues bien, no s�lo deber�a cortarla, sino que tendr�a que abrir una investigaci�n para averiguar si los dos Forum anteriores no fueron un abuso, un derroche de dinero p�blico en propaganda ideol�gica de un r�gimen genocida. �Por qu� tantas deferencias, tantos rendib�s, tantas genuflexiones obscenas de algunos dem�cratas ante la propaganda socialista, como si �sta, con todos los cr�menes hediondos que legitim� durante un siglo, estuviese por eso investida de una excelsa autoridad moral? �Subvencionar�a el gobierno del Estado un congreso de propaganda liberal o conservadora? Y, si lo hiciese, �no topar�a en el acto con el clamor petista exigiendo investigaciones y castigos? �Por qu� los dem�cratas usan dos pesos y dos medidas contra s� mismos, favoreciendo al adversario "para no dar mala impresi�n"? �Qui�n no percibe en ese temor, en esa debilidad, el triunfo de la hegemon�a izquierdista, que ha logrado desarmar ps�quicamente al adversario, reduci�ndolo a colaborador y esclavo?

 

Es bueno recordar a todos aquellos que creen que el proyecto gramsciano es un proceso de transici�n indolora hacia el socialismo, que Gramsci nunca abdic� de la estrategia leninista de violencia y terror. S�lo cre�a conveniente aplazar su aplicaci�n hasta la completa destrucci�n ideol�gica del "enemigo de clase". En ese sentido, no a�adi� nada a la t�cnica estalinista. El ejemplo ucraniano nos ense�a muy bien esto: primero Stalin destruy� la religi�n, la cultura y la moral de los ucranianos. S�lo despu�s comenz� el asalto a la propiedad y, finalmente, la confiscaci�n de las reservas de alimentos, matando de hambre a sus adversarios. El timing de la operaci�n fue perfectamente gramsciano.

 

La demolici�n de las defensas ideol�gicas de los dem�cratas, en Brasil, est� ya muy avanzada. Tan avanzada, que ellos se inclinan espont�neamente a la arrogancia de los nuevos se�ores, evitando herir sus susceptibilidades con el recuerdo de su pasado de cr�menes y perversidades. �Un partido de izquierda cambia de nombre, y listo! En un instante queda absuelto de cuatro d�cadas de apoyo moral al genocidio. �Qui�n, en la "derecha", goza de tama�o privilegio?

 

Llega tan lejos ese servilismo, que no s�lo maquilla el presente, sino que remodela tambi�n el pasado. En un libro lanzado recientemente por un conocido periodista, con pretensiones de meticuloso estudio hist�rico del r�gimen militar, no he encontrado ni una sola vez la sigla "KGB". En esa �poca, el espionaje sovi�tico ten�a, en los medios de comunicaci�n nacionales, centenares de agentes de influencia, pagados por �l. Lleg� a instalar una escucha telef�nica en el despacho del Presidente Figueiredo. Fue una de las fuerzas b�sicas que crearon la historia de ese per�odo, incomprensible sin el conocimiento de ese factor. Y todo eso desaparece, falseando radicalmente los hechos. La Guerra Fr�a narrada a nuestro p�blico no se entabl� entre dos potencias mundiales, una democr�tica y otra totalitaria, sino entre malvados imperialistas yanquis y heroicos dem�cratas brasile�os -- exactamente como la pintaba, en aquel tiempo, la propaganda sovi�tica. Hegemon�a es eso.