Psicolog�a del fanatismo

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 21 de noviembre de 2002

Victor Frankl describ�a al fan�tico con dos rasgos esenciales: la absorci�n de la individualidad en la ideolog�a colectiva y el desprecio de la individualidad ajena. "Individualidad" es la combinaci�n singular de factores que hace de cada ser humano un ejemplar �nico e insubstituible. Hay individualidades m�s y menos diferenciadas. Cuanto m�s diferenciadas, menos se pueden reducir a tipicidades generales y m�s se requiere la intuici�n comprensiva de su f�rmula personal. Esto se observa, m�s n�tidamente, en la obra de los grandes artistas y fil�sofos, por no hablar de los santos y profetas. S�lo de manera parcial y deficiente la personalidad creadora encaja en categor�as generales como "estilo de �poca", "ideolog�a de clase", etc., que los cient�ficos sociales han inventado para hablar de medias humanas indistintas, pero que el estudioso mediocre insiste en aplicar como camisas de fuerza a todo lo que supera la media.

Ya en esa misma insistencia se manifiesta, de forma disimulada y socialmente prestigiosa, el fanatismo descrito por Frankl. Buena parte de la "ciencia social" de hoy no es m�s que el recorte de las individualidades seg�n la medida de la mediocridad-patr�n. Antonio Gramsci, que limitaba el papel de los seres humanos al de agentes o pacientes de la lucha de clases -- excluyendo a los incatalogables como aberraciones o como residuos arqueol�gicos de etapas anteriores de dicha lucha --, fue, en ese sentido, un genio de la mediocridad y un codificador-mayor del fanatismo. La palabra "fan�tico", aplicada al fundador del PCI, les parecer� insultante e inaceptable a quienes, como buenos mediocres, s�lo entienden "fanatismo" en la acepci�n vulgar y cuantitativa de la exaltaci�n fren�tica. El verdadero fanatismo, por el contrario, es totalmente compatible con la serenidad del tono y presenta, no pocas veces, convincentes se�ales de "moderaci�n". El fan�tico no necesita ser irritable, nervioso o rabioso. Est� en tal sinton�a con la ideolog�a colectiva que �sta le basta como canal de expresi�n de sus sentimientos, vivencias y aspiraciones, sin que quede en �l nada de ese hiato, de ese abismo que el hombre diferenciado ve abrirse, a menudo, entre su mundo interior y el universo a su alrededor. El fan�tico piensa y siente con el partido, ama y odia con el partido, quiere con el partido y act�a con el partido. Todo lo que en su ser se salga de esa horma es insignificante o enfermizo. Nuestra �poca y nuestro pa�s han a�adido a esto un gesto grotesco que marca la �ltima rendici�n del alma: el militante injerta la sigla de la agremiaci�n en su nombre de bautismo, convirti�ndose en "Juanito del PT", "Maruja del PT". Ni el viejo "Partido" lleg� a esos extremos. La filiaci�n partidaria ya no es la mera aprobaci�n cr�tica y condicional que la personalidad aut�noma da a ciertas ideas pol�ticas: se ha convertido en el factor estructurante y en la esencia vivificadora de la personalidad misma en cuanto tal, que sin ella se desplomar�a como un saco vac�o. La funci�n nominativa y definidora, antes reservada a las familias, a las profesiones y a las regiones, corresponde ahora al partido.

Al mismo tiempo, la filiaci�n da al fan�tico una localizaci�n y un punto de apoyo en el espacio externo: gracias a la ideolog�a colectiva se integra tan bien en el mundo, que nunca se siente aislado y extra�o a no ser durante el corto intervalo de tiempo necesario para recuperar el sentido de su misi�n partidaria y de su lugar en la Historia, deshaci�ndose con desprecio de ese momento de "flojera". Jam�s se siente desplazado en este mundo y no aspira a ning�n tipo de trans-mundo que no se presente en forma de un futuro cronol�gico que deba ser realizado en este mismo plano de existencia. Nada le arraiga m�s profundamente en la temporalidad, en lo hist�rico, que su rechazo del presente, contra el que grita: "Otro mundo es posible", queriendo decir, precisamente, que se trata de este mismo mundo cuando sea subyugado por su partido. Kant, con involuntaria iron�a, denominaba al esp�ritu de la Revoluci�n "sabidur�a mundana". La absorci�n de lo infinito en el finito no podr�a expresarse m�s expl�citamente que en el verso del poeta comunista Paul �luard: "Hay otros mundos, pero est�n en �ste." �No se podr�a? Se puede. Gramsci pregonaba "la total mundanizaci�n del pensamiento". El fan�tico, en ese sentido, est� desprovisto de la soledad, de la profundidad, de la tridimensionalidad propias de los que "est�n en el mundo, pero no son del mundo". �l, por el contrario, puede "no estar" en el mundo, pero, con toda la intensidad de su ser, "es" del mundo. En un pr�ximo art�culo mostrar� c�mo eso vuelve al fan�tico incapaz de captar la individualidad ajena.