La victoria del partido �nico

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 21 de octubre de 2002

 

 

Una parte considerable de los medios de comunicaci�n brasile�os est� bajo control de servidores conscientes e inconscientes de la desinformaci�n izquierdista, encargados de excluir de las noticias todo lo que pueda dar a los lectores una idea del avance de un proceso revolucionario que, conducido por los suaves caminos de la estrategia gramsciana, debe permanecer disimulado hasta que se torne irreversible.

 

Como toda censura, la que nos domina tiene el don de ocultar su propia existencia. Pero en ella ese don es potenciado por el hecho de que, ejercida por los propios periodistas, no hiere las susceptibilidades de clase y no encuentra resistencia sino en algunos individuos aislados, cuyas voces son f�ciles de impugnar como expresiones de insania o fanatismo.

 

Es m�s, ese tipo de censura tiene el poder de auto-reproducirse indefinidamente: si denuncias un hecho que no ha aparecido en los peri�dicos, te responden que tu denuncia no es de fiar, porque no ha sido confirmada por los peri�dicos. Lo tuyo es apenas una mera opini�n; las p�ginas de noticias tienen el monopolio de los hechos. Y si se publica, el hecho sale escondido en un rinc�n de la p�gina e inmediatamente es eliminado del centro de los debates. No entra en la memoria popular, no se integra en el �sentido com�n�, y cada vez que vuelves a alegarlo es puesto en duda una y otra vez. Al quedar atrapado en una red de objeciones circulares, acabas arrojando la toalla.

 

Es f�cil, para descargo de conciencia, publicar una noticia pro forma, desviando de ella la atenci�n de los lectores. Basta no darle continuidad, basta no explotar sus repercusiones y listo: queda lo dicho como no dicho y lo cierto como dudoso. En el periodismo, la insistencia lo es todo. Todo �rgano de los medios de comunicaci�n tiene el poder de ampliar o disminuir el espacio que una noticia ocupa en la memoria del p�blico. De ah� que la muerte de tres centenares de terroristas en Afganist�n acaba pareciendo mayor crueldad que la masacre de un mill�n de civiles tibetanos por las tropas chinas. De ah� que los preparativos de los EUA para responder al ataque iraqu� parecen infinitamente m�s indignantes que la inminente invasi�n de Taiwan por China o la de Georgia por Rusia, �sta anunciada por el propio Putin pero suprimida de nuestros peri�dicos. De ah� que la hip�tesis rocambolescamente inventiva de la ocupaci�n de Amazonia por soldados americanos se haya vuelto m�s temida que la presencia actual y comprobada de tropas de las Farc en la regi�n.

 

Por ese mismo proceso de desviar la atenci�n, la relaci�n de la izquierda con el narcotr�fico ha desaparecido de escena como si nunca hubiese existido. Entonces, naturalmente, la complicidad de un candidato presidencial brasile�o con organizaciones terroristas, aunque haya sido consolidada mediante un pacto firmado en el Foro de S�o Paulo, se considera una dudosa conjetura urdida en la cabeza de algunos chiflados. La misma cruzada publicitaria que el ciudadano emprende en pro de la buena fama de las Farc es interpretada como se�al de que �l es inocente, y no, como deber�a ser obvio, de que est� meramente prest�ndoles la solidaridad que les hab�a prometido, solidaridad que tambi�n le impedir�, si es elegido, cortar la l�nea de comercio criminoso que abastece a la guerrilla colombiana de armas, y de drogas al mercado nacional. La resoluci�n n�mero 9 del 7 de diciembre del 2001 del X Foro de S�o Paulo, realizado en La Habana, es muy expl�cita sobre ese punto. Tras condenar la represi�n de la guerrilla por parte del gobierno colombiano como �terrorismo de Estado� y como �verdadero plan de guerra contra el pueblo�, decide:

 

�9. Ratificar la legitimidad, justeza y necesidad de la lucha de las organizaciones colombianas y solidarizarnos con ellas.� Siguen las firmas de los representantes de 39 organizaciones, y entre ellas las propias Farc - y el PT.Si eso no es un pacto de solidaridad, �entonces qu� demontre es?

 

Para colmo de iron�a, el hecho de que ninguno de sus contrincantes le haya pedido explicaciones al respecto durante los debates electorales funciona como prueba de que las sospechas son infundadas. Pero tambi�n ah� lo que produce la falsa conclusi�n es la desaparici�n de la premisa b�sica. Pues casi nadie sabe que, de esos contrincantes, dos tambi�n estaban ligados al compromiso con las Farc, porque sus partidos son co-firmantes de la resoluci�n antes citada. El tercero, m�s empe�ado en probar su lealtad izquierdista que en ganar las elecciones, est� psicol�gicamente imposibilitado para decir una palabra que pueda da�ar seriamente a la imagen de las izquierdas en general.

 

Ignorando esas cosas, el p�blico no ve que las actuales elecciones, proclamadas por los hip�critas como �las m�s democr�ticas de toda nuestra historia�, son unas elecciones con un �nico partido: el partido del Foro de S�o Paulo.

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