Tres fariseos en el palco. El toque de farsa religiosa de un truh�n internacional

Olavo de Carvalho

M�dia sem m�scara, A�o 1, N� 3, 30 Septiembre 2002

Cuando estuve en Nueva York, a primeros de junio, s�lo se ve�a por todas partes la cara de Jesse Jackson. Era la portada de Shakedown. Exposing the Real Jesse Jackson (New York, Regnery, 2002), el �ltimo best seller del reportero Kenneth R. Timmerman, que explica con detalles crueles el ascenso de su personaje desde la condici�n de proxeneta de calle a la de "l�der religioso" y candidato presidencial enriquecido mediante fraudes deslumbrantes, harta distribuci�n de propinas y chanchullos escabrosos en comandita con dictadores del Tercer Mundo, principalmente con Muammar Khadafi.

Timmerman no es un husmeador de esc�ndalos. Es un escritor serio. Sus anteriores reportajes fueron muy elogiados por personajes famosos como Simon Wiesenthal y Frederick Forsyth. Pero no por eso su �ltimo libro deja de contener algunos detalles comprometedores sobre la vida amorosa de Jackson, como por ejemplo su desliz con una empleada, del que result� un hijo bastardo, cuya existencia estaba siendo mantenida en secreto.

En la ciudad no se hablaba de otra cosa. En las escalinatas del Capitolio, vi al otro hijo de Jackson, el Diputado Jesse Jr. Era un gordito todo engominado que iba de un lado para otro, gesticulando y vociferando con un m�vil. No estaba el horno para bollos. En la prensa, los columnistas anunciaban que el "Imperio Jesse Jackson" comenzaba a desmoronarse.

El reverendo Al Sharpton, nueva estrella en auge en las preferencias de los religiosos negros, declar� al comentarista George Will que, tras las revelaciones recientes, el acceso de Jackson a la comunidad estaba siendo cada vez m�s restringido.

Nada, absolutamente nada de eso fue advertido al p�blico brasile�o por nuestros medios de comunicaci�n, que, al mostrar a Jackson en el palco haciendo el rendib� a Benedita y a Lula en Rio de Janeiro y en Santo Andr� respectivamente, ha vendido a los lectores, como actual y v�lida, la antigua imagen de un l�der respetado y serio, en la que en EUA ya no cree m�s nadie.

Aunque las fechor�as de Jackson sean de un tama�o suficiente como para hacer de �l una reedici�n de Elmer Gantry, el pastor-charlat�n de la cl�sica novela de Sinclair Lewis (llevada al cine, con Burt Lancaster en el papel principal), el pueblo pobre, al que el PT dirige su mensaje publicitario, no tiene los medios ni la obligaci�n de adivinarlas. Si los medios de comunicaci�n las esconden, el pobre elector se traga como aut�ntico el falso prestigio internacional utilizado para embellecer la imagen de los candidatos petistas.

Pero las falsas apariencias fueron usadas para crear una impresi�n todav�a m�s falsa. El apoyo a Lula y a Benedita en los medios evang�licos brasile�os estaba siendo bastante flojo - la comunidad est� en realidad con Garotinho - y, como no hab�a a disposici�n ninguna celebridad religiosa genuina cuya presencia pudiese asociar la imagen de los candidatos petistas con el evangelismo, la soluci�n fue importar un producto fraudulento y anunciarlo como "Gospel chic" a la platea brasile�a.

Investido de esa tremenda autoridad espiritual, Jackson anunci� a los brasile�os que Benedita es Martin Luther King y que Lula es Nelson Mandela, o tal vez viceversa. Benedita debe haberse quedado muy feliz, principalmente porque ignora que King no soportaba al tal Jackson. Pero al candidato presidencial Lu�s In�cio Lula, a quien los Drs. Rubem Alves y Raymundo Faoro ya han proclamado id�ntico en m�ritos a Abraham Lincoln y superior en instrucci�n a Machado de Assis, parece que no le gust� nada en absoluto eso de ser rebajado a Nelson Mandela. Empu�ando el micr�fono, exigi� algo m�s a su altura: se equipar� sin m�s a Nuestro Se�or Jesucristo, v�ctima de la elite anti-petista del Imperio Romano. El Dr. Leonardo Boff, que asist�a a todo extasiado, no pudo bajar de las alturas de la contemplaci�n espiritual para advertir al orador que, en ese c�lebre episodio b�blico, el gran �xito electoral no fue de Jesucristo, sino de Barrab�s. Omitido ese detalle m�nimo, el ungido de las multitudes consigui� ser casi tan conmovedor como el d�a en que, arrebatado por el esp�ritu de alabanza, pero presintiendo que pod�a ser algo incongruente atribuir a Dios los m�ritos de un notorio asesino de cristianos, agradeci� a Fidel Castro por la existencia del propio Fidel Castro.

C�clicamente, en �pocas de elecciones, la hipocres�a religiosa suele resurgir de su sepulcro blanqueado para representar ante las masas el ritual pat�tico del tartufismo universal. Pero incluso Elmer Gantry ten�a limites. La cara dura, una vez superado un cierto grado de rigidez, comienza a parecerse a ese remedo grotesco cuyo modelo perfecto es Satan�s en persona. Impenetrables y cori�ceas, inmunes incluso al llamamiento del sentido del rid�culo, las almas de Benedita y Lula han mostrado de qu� son capaces en su hambre de �xito. Pero tal vez no habr�an podido llegar a eso por sus propias fuerzas. La colaboraci�n de un fariseo internacional les infundi� el valor que les faltaba para el sacrificio supremo.

Los medios de comunicaci�n, callando lo que saben o deber�an saber acerca del oficiante mayor de la comedia, han ayudado a embaucar al p�blico.

Cuando digo que nuestro periodismo se ha transformado en propaganda pura y simple, es un eufemismo. En lo que se ha transformado es en propaganda enga�osa, que no es ni pura ni simple.

Fuentes: "Novas preces para 'sister Benedita' e 'brother Lula'", O Globo, 28 sept. 2002; "Lula, com evang�licos, se compara a Jesus", Globo On-line, http://oglobo.globo.com/oglobo/especiais/eleicoes2002/45232598.htm