Zambullirse en el rid�culo

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 12 de septiembre de 2002

 

 

Si algo ha demostrado el siglo XX, es que la propensi�n de los intelectuales activistas a envilecer su propia inteligencia al servicio del izquierdismo no tiene l�mites. Durante d�cadas, acad�micos, escritores, poetas y fil�sofos han ido aplaudiendo sucesivamente a Lenin, Stalin, Mao Tse-tung, Fidel Castro, Ho Chi Minh y Pol-Pot, siempre con ese aire de infinita superioridad, siempre legitimando con hermosas palabras el empleo de la violencia y del fraude, siempre denigrando todas las denuncias anticomunistas como calumnias del imperialismo, y siempre neg�ndose despu�s a asumir ninguna parte de culpa cuando al final quedan probados los cr�menes que sus �dolos hab�an cometido.

 

Cien millones de v�ctimas de sucesivos genocidios izquierdistas son, en esencia, el resultado de las palabras fr�volas de los Romains Rollands, Sartres, Merleau-Pontys, Chomskys, Sontags y tutti i quanti.

 

�Voy a decir que ha sido una tragedia? Por supuesto que no. La condici�n b�sica de la tragedia es la inocencia esencial del protagonista, atrapado en las redes de un malhadado destino. Los intelectuales activistas no han sido v�ctimas de un error inocente: han sido autores de una farsa monstruosa, impulsados por su conciencia deformada y torpe a arriesgar vidas ajenas en el enredo loco de ficciones sangrientas.

 

Brasil, hasta hoy, ha salido casi ileso de esa novela macabra. Qued� lejos del socialismo, tan lejos que las nuevas generaciones ignoran por completo la historia de ese r�gimen y s�lo conocen de �l su nombre, envuelto, gracias al olvido general, en una aureola de bellezas plat�nicas, incontaminadas de la experiencia hist�rica.

 

Parece que esos d�as de inocencia se han acabado. Al menos si depende de los intelectuales activistas, entraremos de cuerpo y alma en el socialismo, abrazando con desvariada esperanza el sue�o que pueblos m�s experimentados ya han rechazado con horror.

 

Si, a tal fin, van a tener que naufragar en el m�s hondo abismo de la estupidez, de la mentira y del rid�culo, esas criaturas se sumergir�n en �l con feroz alegr�a, mandando a fre�r esp�rragos los �ltimos escr�pulos de seriedad intelectual.

 

En su af�n de elegir al candidato petista, el acad�mico Raymundo Faoro, por ejemplo, se presta a hacer (a �O Globo� de 10 de septiembre) unas declaraciones que ser�an suficientes para suspenderle en un examen de EGB.

 

He aqu� cuatro muestras, escogidas al azar:

 

Primera: �Durante el Imperio, muchos hombres del pueblo llegaron alto, como Machado de Assis, que ten�a menos instrucci�n que Lula.� Bien, Machado de Assis, imberbe, ya sabia franc�s, ingles, italiano y lat�n. Despu�s aprendi� alem�n. En v�speras de su muerte estaba estudiando griego. Falta saber cu�ndo el hombre m�s instruido que �l va a empezar a estudiar portugu�s.

 

Segunda: �La Rep�blica no tuvo sitio para sus intelectuales, para sus hombres del pueblo, para sus artistas. El Segundo Reinado fue mejor que la Rep�blica. Hab�a sitio para negros, por ejemplo. Lima Barreto fue protegido.� El problema es el siguiente: Lima Barreto naci� en 1881. �Que protecci�n oficial pudo haber recibido, como escritor, hasta los ocho a�os de edad?

 

Tercera: �Ruy Barbosa era un constructor de utop�as. Su �ltima utop�a era un pa�s donde ya no habr�a jam�s un Vizconde de Cairu diciendo burradas. El Vizconde dec�a que el ejemplo que Brasil deber�a seguir era el americano. Tal vez el liberalismo brasile�o ha vivido tanto tiempo porque est� asentado sobre la ignorancia.� Quien est� diciendo burradas, asentado sobre la ignorancia, es el Dr. Raymundo Faoro. El mayor entusiasta de la Constituci�n americana, adoptada como modelo de la nuestra, fue Ruy Barbosa.

 

Cuarta: �Los servicios esenciales tienen que ser del Estado. El tel�fono, por ejemplo. Ahora hay millares de tel�fonos, pero el pueblo no tiene c�mo pagar.� S�lo me pregunto si el Dr. Faoro es tan joven que no ha conocido el precio del tel�fono cuando era monopolio del Estado o tan senil que ya no consigue recordarlo.

 

No es de extra�ar que, con esa inteligencia, el acad�mico, cuya carrera literaria ha consistido en escribir un bello libro en su juventud y en dedicar el resto de sus d�as a estropearlo con retoques pedantes, haya ya escogido su candidato no s�lo a la presidencia de la Rep�blica, sino a la pr�xima plaza libre en la Academia, ambos en la persona... del Sr. Lu�s In�cio Lula da Silva.

 

En eso, por cierto, tiene todo mi apoyo. Sin lugar a dudas, con el nivel de debates que cabe esperar de acad�micos como el Dr. Faoro, el Sr. Lu�s In�cio, metido en un rop�n, estar� en el lugar que le compete.