En causa propia, o: la vaca amarilla
Olavo de Carvalho
M�dia sem m�scara, 8 de agosto de 2002
Cu�l es la caca:
La metaf�sica de M�rio Ferreira dos Santos, un autodidacta brasile�o, en �O Globo�, cuaderno Prosa & Verso, 13 julio 2002
En este pa�s, cualquier organizador de una antolog�a, que trabaja con textos previamente publicados, que se limita a seleccionarlos y a adornarlos con un breve prefacio inocuo, es exaltado como autor de una obra de redenci�n cultural, siempre que tenga la suerte de poseer amigos en la facci�n pol�tica adecuada.
Pero si Ud., estando fuera de �sta o en su contra, aunque no tenga v�nculos pol�ticos de ning�n g�nero, encuentra miles de p�ginas de manuscritos in�ditos, inacabados, en una confusi�n miserable, y, advirtiendo que son obras primas, trabaja durante a�os para darles una configuraci�n final seg�n los mejores c�nones cient�ficos de la edici�n de textos, les agrega el primer estudio de conjunto sobre la obra del autor y encima trabaja sin ning�n subsidio oficial, en verdad sin ninguna remuneraci�n, �qu� es lo que Ud. merece?
No lo s�, pero el hecho es que la rese�a de A Sabedoria das Leis Eternas de M�rio Ferreira dos Santos publicada en el cuaderno Prosa e Verso de O Globo de 13 de julio omite mi nombre en la ficha t�cnica (contrariando la norma del propio suplemento) y encima cita una frase entera m�a sin decir que es m�a.
Algo similar sucedi� con la publicaci�n de los "Ensaios Reunidos" de Otto Maria Carpeaux, cuando a�os de investigaci�n en archivos de peri�dicos ya extinguidos, m�s setecientas notas a pie de p�gina y un estudio introductorio elogiado por Carlos Heitor Cony como lo mejor ya escrito sobre dicho autor, desaparecieron misteriosamente de todas las rese�as.
Ni que decir tiene que la Biblioteca de Filosof�a que dirijo en la Editora Record, enteramente dedicada a poner a disposici�n del p�blico obras primas ignoradas u olvidadas, ha sido ella misma ignorada y olvidada por todas las revistas de cultura y suplementos literarios.
Y no es nada de extra�ar que esas publicaciones silenciasen por completo mi edici�n del libro de Paulo Mercadante, A Coer�ncia das Incertezas, ya que el trabajo mucho mayor del propio Mercadante como organizador e introductor de los diez vol�menes de las Obras Completas de Tobias Barreto, un monumento editorial de una importancia fuera de lo com�n, tuvo su divulgaci�n ostensiblemente boicoteada por los se�oritos de la prensa cultural.
Tan obstinado y sistem�tico es el silencio en torno a mis trabajos, que, no pudiendo creer en la hip�tesis de una conspiraci�n consciente, prefiero explicarlo como el resultado de un acuerdo espont�neo de prejuicios pol�ticos y de desprecios personales, un extra�o fen�meno sociol�gico al que he dado el nombre de Campa�a Nacional de la Vaca Amarilla (*) y que, pens�ndolo bien, es mucho peor que una conspiraci�n: la maldad deliberada no puede compararse, en gravedad, con la que se ha incorporado a los hábitos automatizados hasta el punto de convertirse en una segunda naturaleza.
No queda bien que uno argumente en causa propia, pero me resulta imposible ocultarme a m� mismo que, en los �ltimos cinco a�os, he hecho m�s por el rescate de obras de pensadores importantes que cualquier otro brasile�o. Los libros de Constantin N�ica, �mile Boutroux, Eugen Rosenstock-Huessy, Otto Maria Carpeaux, M�rio Ferreira dos Santos y Paulo Mercadante est�n ah� para probarlo. Completan la prueba las obras de Xavier Zubiri, Benedetto Croce y F�lix Ravaisson, ya preparadas y en v�as de publicaci�n, sin contar la infinidad de otros autores esenciales, hasta entonces totalmente desconocidos en Brasil, que he divulgado en art�culos y conferencias. No hay ni siquiera un �rgano estatal que pueda gloriarse de haber hecho m�s, con subvenciones p�blicas y todo. Con el agravante de que yo he trabajado siempre sin ayuda oficial (la mayor�a de las veces incluso sin patrocinio privado), y descuidando mientras tanto la edici�n de mis propios libros, agotados desde hace a�os sin que yo tenga tiempo de realizar su necesaria revisi�n.
Si, en vez de eso, me limitase a recauchutar una edici�n agotada de las obras de Antonio Gramsci, seria exaltado como un hároe nacional.
Lo peor es que, en estos casos, si uno se calla, la falsedad prevalece; si protesta, es acusado de vanidoso y de resentido: si corres, el bicho te atrapa, si te quedas parado el bicho te come.
Pero, m�s que todo eso, me impresiona que en la rese�a del libro de M�rio Ferreira, muy bien hecha, por cierto, a pesar de la mencionada cita an�nima, el editor haya preferido destacar, en el t�tulo, la condici�n de "autodidacta" del autor, como si ah� estribase la principal novedad de la obra. La elecci�n denota, ante todo, ignorancia. En Brasil, primero por su falta y despu�s por la baja calidad de los cursos universitarios de filosof�a, filosofar ha sido desde hace dos siglos una tarea esencialmente de autodidactas -- de Tobias Barreto a Vicente Ferreira da Silva, de S�lvio Romero a Miguel Reale, de Farias Brito a Vil�m Flusser, de Soriano de Souza a Almir de Andrade, M�rio Vieira de Mello y M�rio Ferreira dos Santos, siendo rar�sima y excepcional, en cambio, alguna obra de autor universitario -- Lima Vaz, Merquior y Denis Rosenfield son los �nicos ejemplos que se me ocurren -- capaz de codearse, en valor, con las de esos "fil�sofos sin t�tulo", en cuya lista me incluyo orgullosamente y a los que se debe la existencia de la filosof�a en Brasil. La sorpresa ante la presencia de un fil�sofo autodidacta m�s es pues cosa de provinciano. En verdad es m�s que eso; es una sorpresa simulada en la que se oculta la intenci�n, al menos semiconsciente, de imponer como realidad una situaci�n artificial, esforz�ndose por darle al p�blico la impresi�n de que existe un establishment filos�fico acad�mico apto para admitir o rechazar a los fil�sofos aspirantes, cuando en realidad ese establishment no existe en modo alguno y la �nica revista filos�fica con la suficiente duraci�n como para poder reivindicar leg�timamente alguna dignidad institucional es la "Revista Brasileira de Filosofia", creaci�n de Miguel Reale, doctor en Derecho pero autodidacta en filosof�a.
Caso por caso, esos episodios no tienen la m�s m�nima importancia, pero, en conjunto, son indicios sociol�gicos de un estado de cosas alarmante, que es el monopolio de las ocupaciones m�s altas por parte de los esp�ritus m�s bajos. Esp�ritu de capillita, odio grupal instintivo a la imagen estereotipada de los "enemigos", ignorancia, alienaci�n de la realidad, mezquindad y completa deshonestidad: en ning�n otro sector de la actividad humana de este pa�s los rasgos caracter�sticos de la mentalidad izquierdista aparecen con mayor nitidez que en la prensa cultural. Y es esa gente -- �v�lgame Dios! -- la que impone los par�metros "intelectuales" y "morales" del debate nacional.
(*) N. del T.: La Vaca Amarilla (Vaca amarela) es una canci�n-juego infantil brasile�o, similar a nuestro �Cuento de Mar�a Sarmiento�, que dicta que al primero que hable le tocar� comerse las bo�igas de la vaca.