La mano de Stalin est� sobre nosotros

Olavo de Carvalho

O Globo, 3 de agosto de 2002

 

 

En este pa�s hay tres y no m�s de tres corrientes pol�ticas organizadas: el socialismo fabiano que nos gobierna, el socialismo marxista y el viejo nacional-izquierdismo janguista.

 

El socialismo fabiano se distingue del marxista porque forma personal de elite para influenciar desde arriba en vez de organizar movimientos de masa. Tuvo su momento de gloria durante la administraci�n keynesiana de Roosevelt, que, so pretexto de salvar el capitalismo, estrangul� la libertad de mercado y cre� una burocracia estatal infestada de comunistas que se salv� del desastre s�lo gracias al estallido de la guerra. El think tank mundial del fabianismo es la London School of Economics, comadrona de la �tercera v�a�, una propuesta de la d�cada de los a�os 20 recalentada peri�dicamente cuando el socialismo revolucionario entra en crisis y hay que pasar el trabajo pesado, por un tiempo, a la mano derecha de la izquierda. Cuando est�n en el poder, los fabianos maquillan un poco la econom�a capitalista, mientras fomentan por canales aparentemente neutros la difusi�n de las ideas socialistas, promueven la intromisi�n de la burocracia en todos los sectores de la vida (no necesariamente los econ�micos) y financian la recuperaci�n del socialismo revolucionario. Cuando �ste est� listo de nuevo para la pelea, salen de escena poni�ndose la etiqueta de �derechistas�, que les permitir� un eventual retorno al poder como salvadores de la patria si los capitalistas vuelven a pensar que necesitan de ellos para detener el ascenso del marxismo revolucionario. Entonces fingir�n de nuevo salvar a la patria cuando en realidad salvan, bajo manga, al socialismo.

 

Desde el tiempo de sus fundadores, Sidney y Beatrice Webb, el fabianismo s�lo ha sido un instrumento auxiliar de la revoluci�n marxista, con la misi�n de ganar respetabilidad en los c�rculos burgueses para destruir el capitalismo desde dentro. Los conservadores ingleses dec�an esto y eran ridiculizados por los medios de comunicaci�n, pero la apertura de los Archivos de Mosc� ha demostrado que el libro m�s famoso de la pareja no fue escrito por el marido ni por la mujer, sino que fue obra del gobierno sovi�tico.

 

La articulaci�n de los dos socialismos era llamada por Stalin �estrategia de las tijeras�: consiste en hacer que el ala aparentemente inofensiva del movimiento se presente como la �nica alternativa a la revoluci�n marxista, ocupando el espacio de la derecha de modo que �sta, hecha picadillo entre dos cuchillas, acabe desapareciendo. La oposici�n tradicional de derecha e izquierda es substituida entonces por la divisi�n interna de la izquierda, de modo que se obtiene la completa homogenizaci�n socialista de la opini�n p�blica sin ninguna ruptura aparente de la normalidad. La discusi�n de la izquierda consigo misma, al ser la �nica discusi�n que queda, se transforma en un simulacro veros�mil de la lucha democr�tica y es exhibida como la prueba de que todo est� en perfecto orden.

 

Nuestros fabianos, en el gobierno, han seguido su f�rmula de costumbre: han administrado el capitalismo como si fuesen capitalistas, al mismo tiempo que propagaban la ense�anza marxista en las escuelas, desmantelaban las Fuerzas Armadas, institu�an nuevas reglas de moralidad p�blica inspiradas en el marxismo cultural de la Escuela de Frankfurt, anulaban mediante la difamaci�n en los medios de comunicaci�n a los l�deres derechistas, creaban un aparato de represi�n fiscal destinado a dejar pr�cticamente fuera de la ley toda actividad capitalista y, last not least, financiaban con dinero p�blico el crecimiento del MST, la mayor organizaci�n revolucionaria que existi� nunca en Am�rica Latina. En definitiva: fing�an estar cuidando la salud del capitalismo mientras destru�an sus bases pol�ticas, ideol�gicas, culturales, morales, administrativas y militares, dejando la cama hecha para la llegada del socialismo. Hicieron todo eso con el aplauso de una clase capitalista idiota, incapaz de ver en el capitalismo nada m�s que su superficie econ�mica e ignorante de todo lo que es necesario para sostenerla. Ahora pueden irse a casa, seguros de tener un lugar bajo el sol en el socialismo, si llegase ma�ana, as� como en el capitalismo, si durase un poco m�s.

 

Si es cierto que el socialismo marxista tuvo su encarnaci�n oficial en el Estado sovi�tico y que el fabianismo fue el brazo �light� de la estrategia stalinista, no es menos cierto que el nacional-izquierdismo que brot� en la d�cada de los a�os 30 tambi�n fue substancialmente una invenci�n de Stalin. La gran especialidad del �t�o Josef� era precisamente el problema de las nacionalidades, al que dedic� un libro que se convirti� en un cl�sico. Fue �l quien cre� la estrategia de fomentar las ambiciones nacionalistas, cuando pod�a usarlas contra las potencias occidentales, y de frenarlas, cuando se opon�an al �internacionalismo proletario�. Es verdad que esta estrategia le fall� con los nazis, que se revolvieron contra la URSS, pero, en cambio, con ella consigui� un �xito enorme en las naciones atrasadas, en las que xen�fobos de todos los colores -- getulistas, nasseristas, peronistas, africanistas y ayatol�s variopintos -- acabaron integr�ndose en las tropas de la revoluci�n mundial, barriendo sus divergencias ideol�gicas hacia debajo de la alfombra, y transmitiendo una impresi�n de unidad a sus adeptos en los pa�ses ricos (de ah� el milagro de que las feministas y los gays se manifiesten contra los EUA codo a codo con los machistas isl�micos). La multitud de los nacionalistas insatisfechos ofrece un refuerzo extra a la estrategia de las tijeras, sea como tropa de l�nea, sea, si se trata de militares, como arma de guerra.

 

Stalin fue el mayor estratega revolucionario de todos los tiempos. Los efectos de su acci�n creativa llegaron hasta las tierras brasile�as y todav�a contin�an entre nosotros. Todo el panorama pol�tico nacional est� hoy montado seg�n el esquema dise�ado por �l en los a�os 30. Pero, de los pocos que tienen envergadura intelectual para verlo, �cu�ntos tienen inter�s en discutirlo en p�blico?