Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 11 de noviembre de 1999
Un ejemplo de la inconsciencia pertinaz de la que habl� en el art�culo anterior nos ha sido dado recientemente por el Sr. Jo�o Amazonas. Al cumplir 87 a�os, ha declarado que, con el Muro de Berl�n, lo que cay� no fue el comunismo sino s�lo una �versi�n desvirtuada� del mismo. Dec�a Goethe que, cuando un hombre no sabe qu� hacer, no tiene m�s remedio que agarrarse a una palabra como el n�ufrago a una tabla. Apoyado en ese giro ling��stico, el lindo ideal del viejo militante flota inc�lume sobre un mar de muertos, sin sentirse manchado ni por una sola gota de su sangre. El Sr. Amazonas, auto-dispens�ndose de rendir cuentas de las �haza�as� del r�gimen al que sirvi�, con la conciencia m�s limpia puede ahora preconizar un in�dito �comunismo brasile�o�, tan exento de culpas hist�ricas como �l mismo y ungido con esa inocencia primordial de quien tiene como padre la pura nada.
No habiendo objeci�n posible contra tan antis�ptica criatura, el periodismo patrio se ha limitado a deplorar, en esa fecha querida, el rosario de penas desgranado por el fundador del Partido Comunista de Brasil (PC do B), desde las prisiones sufridas en dos dictaduras hasta su casi fallecimiento por indigesti�n, acontecido en ese mismo natalicio por obra de un fat�dico rollito primavera, con toda seguridad infiltrado en el men� por las manos de alg�n disidente chino, de �sos que, escapando de Pyong Yang, vienen a conspirar en el territorio brasile�o disfrazados de inocentes comerciantes de empanadillas y de jugo de ca�a de az�car.
Contra los que le acusen de cambio oportunista, el Sr. Amazonas puede alegar incluso que no es ahora cuando califica como falso el comunismo del Este Europeo. Dijo lo mismo ya en 1962, cuando, indignado con el r�gimen moscovita que estaba desvirtuando sus ideales, a cuya expansi�n en el mundo hab�a dado lo mejor de s� mismo, abandon� el Partidazo para fundar un partidillo.
El Sr. Amazonas, por tanto, no es un oportunista. Sus aparentes cambios reflejan su fidelidad a una escala de valores constante e inflexible. Para saber qu� escala es �sa, basta preguntar contra qu�, exactamente, se alz� la voz del Sr. Amazonas en 1962.
Lo que se discut�a entonces era simple: el r�gimen de Mosc� hab�a desacralizado a Josef Stalin, revelando la responsabilidad del dictador en la muerte de millones de personas. Peor a�n, hab�a decretado el final de la guerra sangrienta contra el capitalismo, proponiendo una pol�tica de �coexistencia pac�fica� con las democracias occidentales. Ante tal descalabro, el Sr. Amazonas mont� en c�lera y proclam� anatema el nuevo dogma moscovita y hereje a su portavoz local, Lu�s Carlos Prestes. Dicho esto, se pas� a la iglesia china, que, preservando la pureza originaria de la doctrina, continuaba no s�lo dando culto al icono de Stalin sino siguiendo a pie juntillas el modelo stalinista de gobierno, como lo prueba el hecho de que, mientras la Uni�n Sovi�tica se hab�a cansado de beber sangre al alcanzar la cifra de 20 millones de disidentes muertos, el r�gimen chino la sigui� bebiendo hasta llegar a la marca de los 60 millones y, no obstante un cierto hast�o detectado en los �ltimos a�os, a�n no ha parado.
El Sr. Amazonas, por tanto, no ha cambiado nada. Dijo en 1962 que el comunismo sovi�tico no era comunismo y ha repetido la mism�sima cosa ahora. Con plena fidelidad a esa premisa ha podido concluir que el comunismo brasile�o viene al mundo sin antecedentes.
Pero, se preguntar� el lector, �y el comunismo chino? �Y la l�nea china? �A d�nde han ido a parar, en el silogismo montado por el Sr. Amazonas? Os lo digo con toda sinceridad: no lo s�.
El Dr. Freud opinar�a que hay un �acto fallido� en el hecho de que, al escamotear en su discurso la existencia del r�gimen chino con sus 60 millones de v�ctimas, el orador se vuelva, en ese momento, casi una v�ctima fatal de la culinaria china. Y � dir�a adem�s � ese infausto acontecimiento gastroenterol�gico se revela mucho m�s significativo, cuando nos enteramos de que tuvo lugar durante una comida ofrecida, en homenaje al cumplea�ero, precisamente en el Consulado de China en S�o Paulo.
Pero el Dr. Freud era un tremendo reaccionario y no debemos darle o�dos. Ya que hemos citado a Goethe, qued�monos con �l y reconozcamos que no hay situaci�n, por m�s est�pida que sea, que no sea ennoblecida por el tiempo. La fidelidad del Sr. Amazonas a su prop�sito de justificar lo injustificable se reviste, a los 87 a�os, de una cierta aura de nobleza. A un anciano venerable no se le pega ni con una flor. Mucho menos con un rollito primavera.