Dos esc�ndalos

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 27 de mayo de 1999

 

 

Un presidente norteamericano, que hab�a escapado inc�lume de espeluznantes acusaciones de corrupci�n, acab� perdiendo su mandato porque hab�a mandado realizar escuchas telef�nicas de sus adversarios. En Brasil, se realizan escuchas telef�nicas de diputados, de ministros y ahora del presidente de la Rep�blica, y de lo �nico que hay repercusi�n en la prensa es del contenido de las conversaciones grabadas, sin que nadie se muestre ni siquiera un poco escandalizado por el hecho en s� del espionaje pol�tico, cuya pr�ctica se va convirtiendo de ese modo en h�bito y en derecho adquirido.

 

Pero, incluso si las conversaciones de ahora aportasen alguna prueba inequ�voca de corrupci�n � que no es en absoluto el caso �, cabe preguntar: �por qu� los fondos p�blicos tienen que ser tan sacrosantos e intocables, si la propia autoridad del Estado no vale nada y puede ser violada impunemente por cualquier papanatas disfrazado de guardi�n de la moral?

 

Todos sabemos que la oposici�n de izquierda tiene su propio servicio secreto, que, gracias a la estrategia gramsciana de la �larga marcha de la izquierda hacia el interior del aparato del Estado�, ning�n ciudadano ni ning�n hombre p�blico est� hoy a salvo de los ojos y de los o�dos omnipresentes de la hedionda KGB brasile�a. Omnipresentes y omnipotentes: sus agentes y colaboradores, infiltrados en todos los escalafones de la administraci�n, rastrean los papeles y la vida privada de quien les da la gana, copian documentos, violan secretos bancarios y graban conversaciones telef�nicas a su antojo, sin que nadie d� la menor se�al de comprender que eso es ya un Estado policial paralelo instalado en el Pa�s, aguardando s�lo la toma de posesi�n de un candidato de izquierda de la Presidencia de la Rep�blica para oficializar el reinado del Big Brother que todo lo sabe, que todo lo oye y que todo lo ve.

 

Es obvio que, al decir eso, ser� fatalmente mal interpretado y dir�n que no hago m�s que defender a Fernando Henrique Cardoso. No es que haya algo malo en defender al presidente, pero, con toda sinceridad, digo que la situaci�n de ning�n pol�tico individual me conmueve lo suficiente como para vencer mi pereza de escribir en su defensa. Lo que estoy defendiendo es un principio � el famoso Estado de Derecho del que los hip�critas de la �KGB� hablan siempre p�blicamente, cuando les interesa. Pero la moralidad p�blica de este pa�s ha sido tan deshonrada, tan prostituida por sus defensores oportunistas, que hoy d�a cualquier defensa de un principio es interpretada, maliciosamente, como defensa de un inter�s pol�tico determinado. Me importan un bledo esas repugnantes interpretaciones. Lo que tengo que decir es que, si el espionaje pol�tico no es castigado severamente, se va a consolidar como un h�bito culturalmente aceptado, como una victoria espl�ndida de la �revoluci�n cultural� gramsciana, y entonces ser� tarde para defender la democracia, porque ya estaremos viviendo en una dictadura.

 

Y la reacci�n de la opini�n p�blica, enfurecida contra las vagas sospechas de ayuda il�cita e indiferente ante la exhibici�n reconocida de espionaje, muestra que la perversi�n del sentido moral ya no afecta s�lo a los pol�ticos, sino a la Naci�n entera. El pueblo que tiene mayor respeto al dinero p�blico que a la autoridad del Estado y al derecho a la privacidad es un pueblo que ha bajado hasta el nivel m�s �nfimo de la moralidad � la moralidad de los bandidos, para quienes el dinero es el �nico valor. Que esa completa inversi�n del sentido moral se haya realizado en nombre de la �tica, es algo que no puedo ver sin sentir ganas de vomitar.

 

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Los polic�as del pensamiento, que viven buscando nazis debajo de las camas, no ven nada de malo en un poco de nazismo cuando �ste se dirige contra sus adversarios tradicionales, los militares brasile�os. La pel�cula de S�lvio Back, Radio Auriverde, que muestra la actuaci�n de la Fuerza Expedicionaria Brasile�a (FEB) en la 2.� Guerra Mundial desde el punto de vista de la propaganda alemana, baja al m�s s�rdido escarnecimiento de nuestras fuerzas militares, asumiendo siempre la opini�n del gobierno nazi como verdad incuestionable. El texto del documental est� sacado de las emisiones radiof�nicas de la guerra psicol�gica nazi destinadas a corroer la moral de nuestras tropas en Italia, y es usado por S�lvio Back con el mal disimulado prop�sito de minar el respeto que la Naci�n brasile�a siente por los h�roes de la FEB.

 

La pel�cula es mala de solemnidad y, sin embargo, adem�s de haber sido producida con dinero del Banco do Brasil, ya ha sido exhibida varias veces en las televisiones estatales, sin que ning�n intelectual de izquierda haya denunciado el nazismo manifiesto de su contenido. Y es que, en resumidas cuentas, desde el punto de vista de la estrategia comunista, hay nazismo malo y nazismo bueno.