Vivir sin culpas
Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 13 de mayo de 1999
�Eso es lo que yo he buscado toda mi vida: alguien que me dijese que es posible vivir sin culpas.� (Marilena Chau�, Di�logo con Bento Prado Jr., �Folha de S�o Paulo�, 13 de marzo de 1999.)
�Vivir sin culpas� es un objetivo que toda la cultura progresista ofrece a la humanidad. El sentimiento de culpa es condenado como un residuo de antiguas tradiciones represivas, que tiene que ser abandonado a las portas de una nueva era de felicidad y de realizaci�n personal. �se es hoy un punto de acuerdo entre adeptos de las corrientes m�s opuestas. La condena de la culpa, ratificada por el consenso, tiene tantas y tan diversas legitimaciones, que a decir verdad ya no necesita de ninguna de ellas y existe perfectamente bien como una auto-evidencia que prescinde de argumentos.
�Pero qu� es, propiamente, vivir sin culpas? Y, sobre todo, �qu� significa eso en concreto para el que nos propone dicho objetivo?
Un ser humano puede ser considerado exento de culpas s�lo en tres sentidos. La primera hip�tesis es la de la inocencia, la efectiva inocencia de Ad�n en el Para�so, del Buen Salvaje o de la infancia en una pel�cula de Disney. La Biblia y Rousseau, con mucha precauci�n, remetieron esa hip�tesis a un pasado m�tico. San Agust�n se confesaba perverso desde la cuna, y la poca credibilidad que pudiese quedar a�n en la imagen de la inocencia infantil fue desacreditada sin piedad por el Dr. Freud.
El deseo de �vivir sin culpas� no tendr�a el menor atractivo para las almas si se refiriese a una idea desacreditada. El moderno progresismo no puede, por tanto, estar pensando en la inocencia primordial cuando nos invita a �vivir sin culpas�. La inocencia completa y absoluta es un mito, una cualidad divina que nadie puede realizar en este mundo.
Un segundo sentido en el que se puede �vivir sin culpas� es el de la inocencia relativa, trabajosa y precaria en la que el hombre logra mantenerse cuando se abstiene conscientemente de hacer el mal y, si lo hace, procura remediarlo con ferviente buena fe. Es una norma de perfecci�n razonable al alcance de muchos seres humanos.
Pero no puede ser �se el sentido de �vivir sin culpas�, pues la posibilidad de que un hombre corrija el mal que hizo descansa completamente en el sentimiento de culpa que le acomete cuando peca; y para evitar hacer nuevos males tiene que concebir en su imaginaci�n la culpa que sentir�a si los hiciera.
En ese sentido, la inocencia relativa no es de ninguna manera vivir sin culpas: es, precisamente, valorar el sentimiento de culpa como una br�jula que nos gu�a para alejarnos del mal.
Pero �vivir sin culpas� puede significar adem�s una tercera cosa: puede significar la abolici�n pura y simple de la idea de culpa. En este caso, haga el individuo lo que haga, sus actos no ser�n examinados bajo las categor�as de culpa, arrepentimiento, pena y reparaci�n. Como no importa la naturaleza de esos actos ni las consecuencias que de ellos se puedan derivar para terceros, ser�n enfocados siempre con el fin de evitar la obligaci�n de un ajuste moral de cuentas. Podr�n ser explicados sociol�gicamente, psicol�gicamente, pragm�ticamente, ser valorados desde el punto de vista de las ventajas y de las desventajas, descritos en t�rminos de deseo, gratificaci�n y frustraci�n. Lo que no podr�n es ser juzgados.
Este �ltimo sentido es, con toda evidencia, el �nico seg�n el cual es posible, en la pr�ctica, �vivir sin culpas�. En esto, evidentemente, es en lo que piensan los ide�logos modernos cuando ofrecen a la humanidad ese ideal de futuro.
Pero, en el presente, hay ya muchas personas que viven sin culpas, que no se someten al examen de la conciencia moral, que no se sienten inc�modos cuando sus acciones producen da�os a terceros. Se llaman �soci�patas�. No son enfermos mentales, ni retrasados. Son individuos inteligentes, capaces, a menudo dotados de una cierta genialidad y de una impresionante desenvoltura social, s�lo que desprovistos de sensibilidad moral para sentir culpa por sus actos. Entre ellos se encuentran asaltantes, traficantes, jefes de bandas � y todos los l�deres de los movimientos totalitarios, sin excepci�n. Quien desee ser como ellos sentir� latir con fuerza su coraz�n, lleno de esperanza, cuando escuche a alguien anunciar que es posible vivir sin culpas.
Nuestra civilizaci�n empez� cuando Cristo orden� al ap�stol: �Toma tu cruz y s�gueme.� Despu�s de dos milenios, el ideal que se propone es tirar la cruz, sin que importe encima de quien caiga, y seguir conduciendo el coche de la Historia, sin que importe a qui�n pueda aplastar por el camino.