La sonrisa y la baba
Jornal da Tarde, 21 de febrero de 1999
Ya he denunciado, aqu�, la peligrosa farsa que consiste en tildar de �derechista� al gobierno Fernando Henrique Cardoso (FHC). Un gobierno derechista no tolera paternalmente las invasiones de tierras, no incentiva el sexo libre con la excusa de prevenir el SIDA, no subscribe eslogans feministas y abortistas, no impone el controle estatal del vocabulario y, sobre todo, no transforma la ense�anza p�blica en una red de propaganda marxista (cfr. los art�culos de J. O. de Meira Penna en el Jornal da Tarde sobre los libros did�cticos oficiales).
FHC es un izquierdista, uno con carnet de gramsciano, s�lo comprometido en parte, en la esfera econ�mica y exclusivamente en ella, en hacer a los capitalistas ciertas concesiones que un gobierno comunista ampliar�a a�n m�s, si eso le interesase, como hizo el propio Lenin en los primeros a�os de la URSS o como lo hace hoy la imperturbable dictadura china.
El provecho que los comunistas sacan de la leyenda de un FHC derechista es obvio: en los estratos profundos y de largo alcance � la educaci�n, la formaci�n de la mentalidad nacional �, el gobierno va preparando el terreno para el comunismo, mientras que en la superficie del noticiario todos sus errores y desvar�os son explotados para atraer el odio popular sobre una �derecha� evanescente y fantasmag�rica. Cinco d�cadas de hegemon�a mental izquierdista hacen el resto, ayudando a mantener la atenci�n de los liberales fija en los titulares de econom�a de los peri�dicos, donde una inconsciente impregnaci�n marxista les ense�� a ver el motor decisivo del proceso hist�rico � mientras los comunistas, m�s listos, prefieren apostar por la acci�n cultural, usando la doctrina del primado de lo econ�mico s�lo a t�tulo de trompe l�oeil.
Si el gobierno socialdem�crata y la oposici�n comunista hubiesen tramado conscientemente la farsa, no tendr�a el mismo �xito. Pero, de hecho, no hace falta planificar nada: que en el estupro revolucionario de las naciones los socialdem�cratas desempe�en d�cilmente el papel de preservativos, listos para ser tirados al cubo de la basura de la Historia una vez consumado el acto, es algo que est� simplemente en la naturaleza de las cosas. Y el reparto del escenario entre dos fuerzas de izquierda, donde la menos truculenta hace las veces de �derecha�, indica nada menos que el desplazamiento estructural del eje, por el que se deduce hacia qu� lado va a ser la ca�da.
Pero eso no quiere decir que los comunistas permanezcan inactivos, esperando c�modamente la hora de embolsarse los lucros de la inversi�n socialdem�crata. Ellos act�an m�s que nunca. Y como, para pasar de la fase de la �revoluci�n pasiva� a la toma del poder, no hay nada m�s urgente que el apoyo de las Fuerzas Armadas, mira por d�nde, en los �ltimos a�os, la palabra de orden en los c�rculos izquierdistas es: dar coba al ego militar. Hacer la pelota, adular, seducir, ocultar tras la imagen de un futuro id�lico un pasado de resentimientos que insiste, no obstante, en filtrarse por las entrel�neas de las frases incensatorias, como la gota de baba en el �ngulo de una sonrisa hip�crita. Se filtra, a veces, por un simple error de diagramaci�n: en la edici�n de enero de la revistilla fidelista Caros Amigos, Gilberto Vasconcellos, comentando en la p�gina 10 el n�mero anterior, conmemora una entrevista antiamericana con el almirante S�rgio Ferolla como �el fin de la disensi�n entre civiles y militares�. No es necesario comentar la zafia pretensi�n que identifica izquierda armada y �sociedad civil�: la a�agaza verbal es desmentida con todos los honores en la p�gina siguiente, en la que un acto fallido freudiano de Frei Betto proclama la muerte de Tito de Alencar Lima (el dominico que delat� a Marighela) como �lo m�s hediondo que produjo el militarismo brasile�o�. En el izquierdismo, como se puede ver, no todo es astucia maquiav�lica: el odio reprimido rezuma por las grietas de la m�scara afectuosa, desmantelando la improvisada puesta en escena. Y, ya que nadie se reconcilia con el adversario tir�ndole a la cara discursos sobre sus �acciones hediondos�, tal vez sea bueno que los izquierdistas sepan que la memoria militar no es tan f�cilmente manipulable por los medios de comunicaci�n como la de los civiles. Vale la pena la sugerencia: lean A Grande Barreira: Os Militares e a Esquerda Radical no Brasil (1930-1968), del coronel J. F. Maya Pedrosa, publicado meses atr�s por la Biblioteca del Ej�rcito con el apoyo personal del ministro Zenildo Lucena, y ver�n que el Ej�rcito brasile�o todav�a no est� lo suficientemente idiotizado como para empezar a creer en ustedes.