Rumbo al socialismo
Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 4 de febrero de 1999
Si hay una entidad que nunca ha discriminado a nadie por ser de izquierdas, es el Instituto Brasile�o de Historia y Geograf�a Militar, que funciona en la que fue casa del mariscal Deodoro, en el Campo de Sant�Anna, Rio de Janeiro. El historiador comunista Nelson Werneck Sodr� tom� posesi�n all� en pleno 1964, sent�ndose al lado del mariscal Castelo Branco, del que escrib�a cosas horribles en la Revista Civiliza��o Brasileira. Otra entidad que se hizo famosa por la tolerancia mutua entre miembros de ideolog�as diferentes es el P. E. N. Club, organizaci�n internacional de escritores que ha hecho grandes cosas por la libertad de opini�n en el mundo entero.
El Instituto no ha cambiado, pero el P. E. N. ya no es el mismo. El presidente del Instituto y director de la Biblioteca del Ej�rcito, el coronel Lu�s Paulo Macedo Carvalho, que fue elegido el a�o pasado para el club, acaba de recibir del presidente del P. E. N., Marcos Almir Madeira, una petici�n de lo m�s extravagante: que escriba una carta renunciando a tomar posesi�n, alegando cualquier excusa inventada. Madeira le explic� al coronel que una comisi�n de escritores izquierdistas le hab�a visitado para exigirle que expulsase de la entidad al miembro reci�n elegido, por ser amigo personal del general Augusto Pinochet.
El coronel contest� que, estando as� las cosas, ser�a para �l un honor ser excluido del �baile�, pero que no era tan idiota como para excluirse a s� mismo, correspondiendo, pues, al propio Marcos Almir, si quisiese aceptarlo, el honorable encargo de inventarse la mentirijilla, con o sin la ayuda del misterioso lobby izquierdista ante cuyas exigencias se hab�a mostrado tan sol�cito.
El coronel Macedo fue s�lo compa�ero de estudios de Pinochet y no tuvo ni la m�s m�nima participaci�n en los acontecimientos que iban a convertir al general en la b�te noire de los medios de comunicaci�n izquierdistas mundiales. Al lobby izquierdista, eso le tiene sin cuidado. Partiendo del principio de que en la derecha no hay seres humanos, sino s�lo vampiros y hombres-lobo, cualquier acercamiento a esas criaturas, incluso casual y extra-pol�tico, expone al sospechoso a un peligro de contaminaci�n diab�lica que le convierte en un potencial enemigo p�blico. Expulsarlo de la sociedad decente es, pues, un deber del Estado y del ciudadano. En cambio, pasa exactamente lo contrario al otro lado del espectro pol�tico, donde ni siquiera el hecho de que un sujeto haya sido agente del servicio secreto cubano, como es el caso del l�der petista Jos� Dirceu (cfr. Lu�s Mir, La Revoluci�n Imposible), le descalifica para ocupar los mas altos cargos de la administraci�n de la Rep�blica brasile�a; y donde la amistad con Fidel Castro, principalmente si va acompa�ada de una complicidad pol�tica, vale muchos puntos en la evaluaci�n de un curriculum para el Senado, el Ministerio, la Academia o la Vida Eterna.
El coronel no es la primera v�ctima de los �comit�s de salvaci�n p�blica� que hoy dominan las instituciones culturales, el mundo editorial y la prensa en general. En cada gran editorial, en cada peri�dico o revista importantes, est�n ya funcionando a pleno vapor los comit�s internos destinados a expulsar, a su debido tiempo, a los propietarios y a tomar al asalto las empresas, pero que, como tienen en vista la presunta inevitabilidad de la revoluci�n socialista, se consideran ya ahora sus leg�timos dirigentes, provisionalmente cercenados en su derecho de mandar por la escandalosa intromisi�n de unos usurpadores capitalistas. Cercenados t�midamente, claro est�. Hoy ning�n propietario de peri�dico o revista est� tan loco como para contrariar de manera ostensible el poder del lobby izquierdista en su empresa, del que casi todos se convierten en rehenes por pereza y cobard�a.
Lo m�s repugnante de toda esa historia es la conciencia tranquila con la que los administradores del futuro Brasil socialista se permiten, anticipadamente, mandar y desmandar, oprimir y dimitir, censurar y controlar. Nunca ninguno de ellos se ha parado a pensar que, si puede haber algo inmoral en la dominaci�n capitalista, que se afirma mediante el dinero, mucho m�s inmoral es la expropiaci�n socialista, en la que trepas y aprovechados, de la noche a la ma�ana, se autoproclaman se�ores y due�os de todo sin otra inversi�n de riesgo que una cuota de enga�o, de violencia y de arrogancia.
No, esa gente no tiene problemas de conciencia. Y menos a�n los tendr� en el futuro, cuando a su poder de hecho se a�ada la conquista del poder nominal, que todo lo santifica ante la diosa Historia.