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Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 27 de noviembre de 1998
Pido al lector que examine con atenci�n el siguiente p�rrafo (la cursiva es m�a):
�En la Facultad de Derecho me ense�aron que un profesional capaz era aquel que mejor conoc�a la ley. En el ejercicio de la abogac�a me di cuenta de que no bastaba el conocimiento del derecho positivo; era necesario tambi�n saber lo que pensaban los jueces, cu�l era la norma de proceder de la jurisprudencia. Al asumir la magistratura, cuando ya no ten�a la responsabilidad �tica de pedir bien, sino de decidir, descubr�, entre angustias y sufrimientos, que saber de leyes y de jurisprudencia no era suficiente. Los dispositivos legales, al ser aplicados, con frecuencia desembocaban en decisiones injustas. La jurisprudencia, comprometida con situaciones concretizadas, no siempre llegaba a lo justo.�
Ahora mire:
Si un joven abogado confiesa que, en sus a�os de estudio, nunca se dio cuenta de la importancia de la jurisprudencia y que siempre se imagin� que la ley escrita bastaba para resolver todos los problemas en un tribunal, tenemos que concluir que ese estudiante impenitente jam�s abri� un libro de introducci�n a la ciencia del derecho, pues no existe un solo libro que no le prevenga contra la enormidad de ese error, inadmisible no s�lo en un estudiante de letras jur�dicas, sino en cualquier ciudadano lego medianamente culto.
Si, no contento con jactarse de tanta ineptitud, el infeliz a�ade encima que, durante sus a�os de pr�ctica profesional, continu� imaginando que la ley y la jurisprudencia juntas representaban la encarnaci�n misma de la idea de lo justo, y s�lo tard�amente descubri� que no, entonces no s�lo entendemos que ese abogado jam�s consult� una sola obra de filosof�a del derecho, ya que pr�cticamente todas empiezan por la discusi�n de las relaciones problem�ticas entre derecho y justicia, sino tambi�n somos obligados a admitir que, independientemente de su catastr�fica ausencia de lecturas, ese individuo es un idiota por naturaleza, ya que la distinci�n entre el ideal y la pr�ctica es propia de la aprehensi�n intuitiva que no requiere estudios especiales.
Si, adem�s, el que hace esas declaraciones no las presenta como el simple mea culpa de un impenitente arrepentido, sino que, por el contrario, las pregona orgullosamente, a toque de trompeta, como un descubrimiento in�dito y fundamental para el mundo, viendo en ellas una cr�tica devastadora al sistema jur�dico y no a su propia estupidez personal, s�lo podemos concluir de ah� que estamos ante un caso patol�gico de ignorancia engre�da que roza los l�mites de la demencia.
Pero, si descubrimos a continuaci�n que el declarante no es un simple abogaducho de zagu�n de comisar�a sino un juez concursado y togado, entonces a nuestra reacci�n de espanto ante su anomal�a individual se suma un sentimiento de angustia y de preocupaci�n por lo que se refiere a todo el sistema Judicial, que, afectado por un fallo grave en su proceso de selecci�n, permiti� que las altas responsabilidades de la magistratura fueran entregadas en manos de semejante cretino.
Si, yendo m�s lejos a�n en el terreno del absurdo, el magistrado en cuesti�n no es s�lo magistrado, sino tambi�n profesor de derecho, nuestra angustia ante la situaci�n actual del sistema Judicial se convierte en temor mayor a�n por lo que se refiere a su estado futuro, ante la perspectiva de la amenaza de que se propague entre los magistrados en formaci�n un ejemplo tan pernicioso, consagrado por la aprobaci�n oficial y conjunta de las autoridades judiciales y pedag�gicas.
Y, por �ltimo, si constatamos que ese profesor de ignorancia no es s�lo un humilde juez de comarca de provincias, docente de una facultad de �nfima categor�a, sino juez de un Tribunal de Apelaci�n y profesor de una prestigiosa Escuela de Magistratura, y que, en vez de ser objeto de chacota y de desprecio en los corrillos de sus colegas, es considerado seriamente como una autoridad intelectual y como un ma�tre � penser apto para reformar todo el pensamiento jur�dico nacional, entonces, amigos m�os, es la ruina final, todo est� perdido y ya no se puede hacer nada por este pa�s insano, siendo in�til incluso seguir escribiendo el presente art�culo.
Lo concluyo, por tanto, declarando que el fragmento citado se encuentra en la apertura del libro Magisterio y Derecho Alternativo, de autor�a de S. Excia. el Dr. Am�lton Bueno de Carvalho, juez del Tribunal de Apelaci�n del Rio Grande do Sul, profesor de la Escuela Superior de la Magistratura del mismo Estado y, last but not least, el principal mentor de la nueva escuela del �derecho alternativo�.