Escalada neofascista
Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 1 de octubre de 1998
Desde la extinci�n de la URSS, el programa de la izquierda mundial se resume en las reivindicaciones de homosexuales, abortistas, feministas, ped�filos y racistas del anti-racismo. Tales reivindicaciones pueden parecer modestas en comparaci�n con los objetivos revolucionarios francamente prometeicos del viejo movimiento comunista, pero, cuantas m�s concesiones obtiene esa gente de una sociedad infinitamente complaciente, m�s airados se vuelven sus gritos, m�s amplias sus ambiciones, m�s profundas y temerarias sus exigencias.
Los homosexuales, por ejemplo, que empezaron lloriqueando para conseguir el derecho de no ser arrestados por la pr�ctica de la sodom�a entre adultos en recinto privado, ahora se envalentonan y defienden la pedofilia, exigiendo no s�lo que sea tolerada por el Estado, sino ense�ada en las escuelas. Ya existe, en Estados Unidos, una �Asociaci�n de Hombres que Aman a Ni�os�, y nadie se atreve a acusar a sus miembros de apolog�a del crimen, pues todo el mundo sabe que, si lo hace, correr� peligro de ser apaleado, preso, o al menos aplastado bajo las patas del lobby medi�tico homosexual.
Los activistas negros, que empezaron reivindicando la oportunidad de disfrutar en paridad con los blancos de los derechos y beneficios creados por la civilizaci�n occidental, ahora que lo han conseguido exigen que, en las escuelas, esa civilizaci�n sea abiertamente condenada, y que sean exaltadas las culturas africanas que despreciaban la vida humana y que lucharon con las armas en la mano por preservar el sistema esclavista cuando Inglaterra empez� a reprimir el tr�fico negrero.
Los ecologistas, que empezaron dando voces de alerta a favor de las especies animales en v�a de extinci�n, hoy exigen al gobierno la prohibici�n de matar incluso especies en imparable crecimiento cuantitativo, como los coyotes, cuya proliferaci�n apocal�ptica amenaza de extinci�n a los reba�os de ovejas del Estado norteamericano de Utah. Las pel�culas de ideolog�a ecol�gica, que empezaron con idilios arcadianos entre vacas y leones para deleite de ancianas y ni�os, hoy presentan como supremo ideal moral la destrucci�n sangrienta de la humanidad por obra de lobos y leopardos, elevados a la condici�n de �ngeles vengadores al servicio de no se qu� divinidad justiciera de las tinieblas, simulacro technopop del Jeov� b�blico.
En cuanto a las feministas, que empezaron reivindicando simplemente el derecho de votar, nada revela mejor el fondo de sus actuales ambiciones que esta declaraci�n de una amiga de Lorena Bobbit: �Cortando el pene al marido y llamando despu�s a una ambulancia para socorrerlo, Lorena se ha convertido en un s�mbolo de la mujer ideal de nuestro tiempo.� Non raggionam di lor, ma guarda e passa.
Cualquier persona adulta que, consciente de la absurdidad grotesca de esos planteamientos, se limite a ridiculizarlos como si se tratase de meras extravagancias inofensivas, s�lo se est� riendo de la desgracia de sus propios hijos, condenados a vivir en un mundo donde tales caprichos delirantes ser�n ley y dispondr�n de todas las fuerzas policiales del Estado para garantizarlos. Una muestra de los criterios morales que determinar�n la vida en el Estado futuro fue ya dada por el presidente Clinton, que, concediendo derecho de asilo a todos los homosexuales que se sintiesen molestados en sus patrias de origen, neg� id�ntico derecho a las madres chinas que se niegan a abortar a sus hijos, as� como a los m�dicos amenazados de fusilamiento por negarse a practicar las intervenciones quir�rgicas del aborto impuestas por el gobierno chino: nuestros hijos vivir�n bajo la vigilancia de un Estado en el que las fantas�as del erotismo m�s fr�volo tendr�n protecci�n oficial y la conciencia moral, en el mejor de los casos, ser� reprimida como una desviaci�n del comportamiento.
Toda risa, en este asunto, no es en el fondo m�s que la risa hist�rica de una convulsi�n de pavor. Por toda parte, apoyados en un ret�rica de odio cada vez m�s feroz e insano, en la ayuda cada vez m�s global y avasalladora del gran capital y de los medios de comunicaci�n millonarios, as� como en la complicidad cada vez m�s c�nica de unas autoridades oportunistas, esos movimientos propagan una atm�sfera de miedo y de auto-represi�n obsesiva, en la que el mero pensamiento de disgustarlos infunde en el alma del ciudadano los m�s siniestros presagios.
Esa atm�sfera es inconfundiblemente fascista, y su difusi�n se vuelve tanto m�s f�cil cuanto m�s se apoya en un mensaje fingidamente alarmista dirigido contra la amenaza de resurgimiento de los reg�menes nacionalistas de derecha extinguidos hace 50 a�os � resurgimiento que cuanto m�s se tiene la certeza de que las actuales condiciones de econom�a globalizada lo hacen completamente imposible, tanto m�s se denuncia como inminente: se fustiga al caballo muerto para que la coz del caballo vivo sea acogida como una caricia.