Caf�, t� y abstracciones

Olavo de Carvalho

Jornal de Tarde, 9 de julio de 1998

 

 

Una de las costumbres terribles que la cultura americana ha transmitido al mundo es la creencia a pie juntillas en ciertas met�foras cient�ficas que, entrando en el lenguaje corriente, acaban deformando la percepci�n de la realidad y pervirtiendo todas las relaciones humanas.

 

La personas, arrastradas por la credibilidad aparente de los vocablos, adquieren nuevos patrones de opini�n que, considerados aptos para darles la correcta medida del mundo, en realidad les instalan en un reino de fantas�as y de puro nonsense.

 

Empec� a pensar en esto cuando, en Bloomington, Indiana, al ver que yo tomaba mi segunda taza seguida de caf� con la intenci�n de endulzar el paladar para un puro, un ciudadano local me hizo notar que mi organismo se hab�a acostumbrado a una determinada cantidad de cafe�na, sin la cual ya no pod�a vivir.

 

� Un momento, le respond�. � Los que toman cafe�na ser�n los americanos. Lo que yo tomo es caf�.

 

� �Y cu�l es la diferencia?

 

� La diferencia est� en que, si la cafe�na como tal sirviese de aperitivo para el puro, yo podr�a tomar t�, que a veces la tiene en cantidades mayores. Y, sin embargo, abomino el t�.

 

� Eso es subjetivo, protest� mi interlocutor. Bioqu�micamente, caf� y t� son lo mismo.

 

� Con todo respeto, amigo m�o: subjetiva es la distinci�n entre el aspecto bioqu�mico y el resto de mi persona. En realidad, quien toma caf� no es mi bioqu�mica: soy yo. Bioqu�micamente el caf� puede ser t�, pero no tiene el mismo sabor, ni el mismo aroma, ni las mismas evocaciones de la infancia, ni el mismo gusto de aquellas largas noches del interior, frente al fuego, escuchando historias de fantasmas. Ning�n ingl�s cambiar� su t� por caf�, ante el argumento de que tambi�n es cafe�na. Y a los beduinos les parecer�a rid�culo tomar t� en vez de su caf� amargo y denso, con el polvillo en el fondo.

 

� Son meras diferencias personales y culturales.

 

� S�, pero uno toma caf� o t� buscando esas diferencias y no el mero efecto bioqu�mico. Si lo importante fuese el efecto bioqu�mico, las diferencias que Ud. llama culturales no tendr�an raz�n de ser, y las bebidas podr�an ser intercambiadas sin que a nadie le importase lo m�s m�nimo.

 

� �Por qu�, entonces, los cafein�manos no aceptan caf� descafeinado?

 

� Primero porque no sabe a caf�, segundo porque est� escrito en la etiqueta: �Descafeinado�, lo que significa que se bebe por miedo a morir, no por placer de vivir.

 

No logr� convencer a mi amigo americano.

 

Pero, si la conversaci�n no versase sobre bebidas, ser�a lo mismo. El americano, cuando agarra a una mujer en cueros, se cree un bicho en busca de orgasmo, efecto que podr�a obtener m�s f�cilmente por medios manuales o electr�nicos, de no ser por la dichosas �diferencias subjetivas� que ante nuestros ojos separan, por ejemplo, a una bella actriz de 20 a�os de una anciana profesora.

 

La creencia de que el punto de vista cient�fico es m�s v�lido, m�s veraz que las motivaciones personales con las que explicamos nuestras acciones espont�neamente se ha incorporado de tal modo a la mentalidad actual, que hoy en d�a substituye a las percepciones directas, despreciadas como prejuicios de viejos pueblerinos. La americanizaci�n de la cultura mundial permite prever que ese h�bito contaminar� a todos los pueblos, a todas las culturas, y que acabar� convirti�ndose en el criterio decisivo en los debates p�blicos y en las discusiones privadas entre marido y mujer, entre padre e hijo, en las que cada uno, en lugar de expresar sus sentimientos, los racionalizar� cada vez m�s con argumentos postizos de origen cient�fico.

 

El problema es que todo eso proviene de una visi�n fetichista � y, �sta s� que es profundamente pueblerina � de lo que es la ciencia. El punto de vista de una determinada ciencia sobre la realidad es siempre un recorte parcial e hipot�tico, que s�lo puede valer para los objetivos limitados de esa ciencia, jam�s para la generalidad del conocimiento. Incluso porque las ciencias son muchas y nadie sabe articular los puntos de vista de todas ellas para crear, por encima de la realidad com�n, una supra-realidad m�s verdadera. Bioqu�micamente, tomar caf� o t� es una carencia de cafe�na, pero desde el punto de vista econ�mico es un patr�n de consumo determinado por un marketing que no depende en absoluto de la composici�n real de esas substancias, mientras que, antropol�gicamente, puede ser un h�bito cultural que resistir�a hasta a la propaganda adversa (como, por cierto, pasa con el tabaco). Nadie puede sintetizar, en una teor�a �nica, la bioqu�mica, la econom�a y la antropolog�a del caf� o del t�; sin embargo, esa s�ntesis es precisamente lo que cada uno de nosotros realiza inocentemente, sin poder expresarla con palabras, cada vez que toma, a gusto, su caf� o su t�. Aqu� estamos en plena vida real, el Lebenswelt de Husserl, al que la ciencia � cada ciencia o el conjunto de ellas � s�lo puede referirse de manera indirecta y alusiva, impotente de dar cuenta de un �nico hecho concreto, con toda la densidad de las determinaciones inseparables que lo constituyen. He aqu�, pues, que el antiguo apego norteamericano a los hard facts se ha transformado hoy nada m�s que en una simulaci�n ret�rica, que oculta una secreta devoci�n a esquemas y teor�as sofisticados y artificiosos, nostalgia de una omnipotencia mental de adolescentes y preludio del Brave New World en el que viviremos en el siglo XXI.