TV Stalin
Jornal da Tarde, 25 de junio de 1998
La TV Futura sigue ense�ando a los ni�os que el uso del masculino �hombre� para designar a toda la humanidad es un odioso prejuicio machista, sin explicarles por qu� diablos el femenino �humanidad� usado para designar ambos sexos no es un odioso prejuicio feminista.
Los sujetos metidos a educadores deber�an, ante todo, intentar recuperar su sentido del lenguaje, hecho polvo por el consumo excesivo de panfletos pol�ticos y por la carencia de alimento intelectual s�lido.
Pero lo que pasa en la TV Futura es algo m�s grave que una exhibici�n de ignorancia presuntuosa.
Esa emisora, cuyo anuncio despert� en el telespectador la esperanza de tener un canal cultural a la altura de las exigencias contempor�neas, en seguida mostr� que no era m�s que una central de adoctrinamiento comunista, empe�ada en adornar con un aspecto visual moderno y con un vocabulario americanizado las viejas mentiras del Komintern.
La finalidad pol�tica que la inspira se hizo patente en la retransmisi�n comentada de la miniserie A�os rebeldes, basada en el libro 1968: El a�o que no termin�, de Zuenir Ventura. (Zuenir, para los que no lo saben, es aquel columnista carioca que se hizo c�lebre por haber reivindicado como pionero medidas policiales contra los �cr�menes del pensamiento�, anticipando una medida saludable que con toda seguridad ser� adoptada en la rep�blica socialista de sus sue�os.)
En esa retransmisi�n, la separaci�n entre buenos y malos, que hasta los ni�os de 5 a�os ya saben relativizar, apareci� absolutizada por unos comentarios pretendidamente cient�ficos que, con la excusa de �reconstruir la Historia�, en realidad la fabricaban en el molde de los prejuicios ideol�gicos m�s rastreros: los comunistas eran siempre j�venes guapos imbuidos de los m�s altos ideales democr�ticos, mientras que sus adversarios eran movidos s�lo por la sed de poder, por intereses econ�micos mezquinos y por el deseo s�dico de oprimir a los d�biles.
En una �poca en la que hasta Batman ya ha reconocido que El Joker ten�a tambi�n sus razones, ese ins�lito retorno al manique�smo expl�cito no se puede entender s�lo como un mero anacronismo simplista: por detr�s de su aparente inocuidad est� la opci�n consciente y maquiav�lica por un esquematismo doctrinario que, aunque no responde a las exigencias de la cultura superior, atiende con superior eficacia a los designios de la manipulaci�n publicitaria.
Para inculcar en la poblaci�n una visi�n falseada de los hechos hist�ricos, los responsables de la miniserie omitieron completamente las conexiones del movimiento izquierdista con el gobierno cubano que por ese tiempo ya hab�a fusilado a m�s de 10 mil personas. Omitieron que los militantes de la guerrilla, en vez de rendir culto a todo ideal democr�tico, se re�an de la �democracia burguesa�, cuya �nica utilidad, dec�an, era la de servir de trampol�n para la revoluci�n comunista. Omitieron que la �nica democracia deseada por Marighela o C�mara Ferreira era el �centralismo democr�tico� que hab�an aprendido en la URSS. Omitieron que, cuando los �j�venes idealistas� de la izquierda nacional se negaban a alinearse con la dictadura sovi�tica, no era por amor a la libertad, sino por adhesi�n a la pol�tica m�s autoritaria todav�a de Mao Ts�-tung, verdugo de 60 millones de chinos.
Los responsables de la miniserie hicieron eso conscientemente, deliberadamente, para impedir que se le ocurriese al p�blico la �nica pregunta decisiva: �los militares, cualesquiera que fuesen sus defectos y sus enga�os, no ten�an alguna raz�n al prever que la llegada de aquella gente al poder ser�a el comienzo de d�cadas de masacre ininterrumpida, como lo hab�a sido hasta entonces todo gobierno comunista en todas partes y sin excepci�n? Si, para evitar eso, cometieron excesos, �acaso fueron �stos comparables al ba�o de sangre que Marighelas y tutti quanti hubiesen hecho de haber vencido, como sus queridos camaradas internacionales hicieron en Cuba, en Camboya, en Angola y por todas partes donde pudieron? En estos d�as en que se ha puesto de moda desenterrar cad�veres, hacer esas preguntas equivaldr�a a exhumar el �nico cad�ver que la izquierda desea mantener sepultado para siempre: el cad�ver de la verdad hist�rica.
Es evidente que exist�a, en muchos izquierdistas y terroristas, algo como un idealismo, aunque pervertido por el realismo c�nico del adoctrinamiento partidario. Que exalten ese idealismo, que lo canonicen de la manera m�s infantil, pase. Lo que no se puede aceptar es el esquematismo fan�tico que niega, in limine, cualquier signo de virtud en los combatientes del otro lado, atribuyendo a los adeptos de la ideolog�a m�s asesina que haya existido jam�s en el mundo el monopolio del bien universal, por el simple hecho de que son j�venes, como si no fuesen j�venes, por fatalidad biol�gica inherente al ejercicio de la violencia f�sica, la mayor�a de los terroristas, incendiarios, dinamiteros y asesinos en general.